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Miércoles 01/05/2024  

Una bocanada de aire para las salinas

El futuro está en la diversificación de la actividad de las salinas y en las ayudas que puedan recibir de las administraciones

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  • El cambio en la legislación puede llevar a salvar lo poco que queda -
  • La nueva legislación permitirá la protección a través de la denominación de origen de la sal
  • Se da la paradoja de que tienen que exportar la sal a Francia porque la ley española no la protege
La Comisión de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca del Senado ha aprobado por unanimidad de todos los grupos parlamentarios una propuesta del Grupo Socialista para modificar la normativa en relación con la comercialización de los productos derivados de la obtención no industrial de la sal.

El senador socialista por la Comunidad Autónoma de Andalucía, Luis García Garrido, ha defendido la moción y ha logrado consensuar con el resto de grupos parlamentarios el texto definitivo. García Garrido ha explicado que la legislación española, a través de un Reglamento Técnico Sanitario, exige que las sales que se produzcan en España tengan un 97 por ciento de cloruro sódico en su composición, una cifra superior a la regulada en otros países de nuestro entorno.

Y era el propio senador el que explicaba a este periódico que con esta modificación legislativa que se aprobó unánimemente en la Cámara Alta, lo que se pretende es que un producto que aquí se cultiva tenga amparo jurídico. La legislación actual de 1983 dice que las sales tienen que tener un porcentaje determinado de cloruro sódico.

En la salina artesanal, con su cultivo, como viene con otros tipos de oligoelementos en el sistema de producción, el porcentaje de cloruro sódico es más bajo y eso hace que en estos momentos no lo ampare la legislación española. Sin embargo hay una demanda en el mercado español, el francés y el portugués y en Europa con respecto a este tipo de sal porque tiene una serie de características buenas para la salud.

Las dos cuestiones solicitadas
¿A qué se insta al Gobierno con esa moción aprobada por el Senado? Pues a dos cosas. Primero, a que la legislación sobre sales en España permita la producción de sal con un porcentaje de cloruro sódico inferior al que actualmente tiene; esto es, que pase del 97 por ciento al 94 por ciento. Y segundo, a que se recoja en la legislación española la tipología, las denominaciones de los tipos de sal para darles cobertura jurídica a los diferentes tipos que se producen.

En esas denominaciones entraría la flor de sal o la sal de hielo, que se cultiva en la Salina San Vicente de San Fernando y que hace tiempo que está intentando introducirse en el mercado, no amparada por la Ley del 83 y con cloruro sódico por debajo del 97 por ciento. Eso ya se hace en Francia y en Portugal, por lo cual, si no se cambiara esa Ley, podría producirse la situación de que lo salineros españoles pudieran exportar productos de este tipo a estos países europeos, que allí los envasaran y luego los exportaran a España.

Una de las particulares es que ese tipo de sales tan demandadas en el mercado se producen sólo en las salinas artesanales por el tipo de cultivo y de recolección, lo que supone de por sí un apoyo legislativo a este tipo de explotaciones dejadas en cierto modo de la mano de Dios y de la añoranza de sus propietarios que han seguido trabajándolas incluso por debajo de los rendimientos económicos mínimos para su rentabilidad. Y la Salina San Vicente no sería el único caso.

Aún más lejos
Si embargo, se quiere llegar más lejos con esa modificación legislativa, ya que de ella deriva que este tipo de sales puedan seguir un camino que hasta ahora les estaba vedado.

Y es que existe una directiva comunitaria que permite hacer denominaciones de origen de muchos tipos de productos incluida la sal, que está considerada como un producto agrícola. Después, quien tiene la competencia en ese asunto, que son las comunidades autónomas y en este caso la Junta de Andalucía, desarrollaría una legislación específica con denominaciones de origen de la sal.

¿Qué efectos tiene eso? Pues que un producto típicamente de salinas artesanales o tradicionales se pueden poner en el mercado y por tanto, el valor añadido de este tipo de producto muy cotizado permitiría que las cuentas de explotación de las salinas fueran más rentables.

Pero todo esto es un pool bastante más complejo. Lo primero es que a los salineros les sea rentable la sal artesanal porque haya una serie de productos que se puedan poner en el mercado con amparo jurídico y por tanto con protección; lo segundo es diversificar la actividad de las salinas, que ya lo están haciendo algunas. Ahí entra la rehabilitación de las casas salineras, la posibilidad de cultivar el pescado de estero, así como las ventajas medioambientales que tienen estas explotaciones, que no sólo están ahí sino que se pueden enseñar. Desde que sale el agua por el estero hasta el cristalizador va circulando por diferentes alturas y va dando cobijo a diferente fauna según la zona en que está.
Entonces se convierte en una atracción ornitológica muy importante, que a su vez es un producto de oferta al mercado turístico o científico.

Formación y empleo
Eso sin olvidar otra posibilidad, también a través de la Junta de Andalucía, de poner en marcha ciclos formativos, toda vez que reúne aspectos antropológicos, medioambientales, turísticos, científico y arquitectónicos. Todo ello encaminado a la creación de empleo en un ambiente en el que la gestión del hombre sólo acarrea bondades al ser absolutamente sostenible.

La Administración andaluza, además, podría proteger el sector desde el punto de vista artesanal, que uniría a la protección estatal por la ley y a la de denominación de origen por parte de la Comunidad Autónoma, además de que en este caso se trata de un producto de un parque natural, lo que no hace sino añadirle bondades al proyecto. Los franceses, por ejemplo, tienen una legislación especial que beneficia a las salinas artesanales del Atlántico a través de una etiqueta roja.

Sin embargo, el matiz más importante de la directiva europea es el que hace referencia a la calificación de la sal como un producto agrícola y no minero, que es el que va a permitir las denominaciones de origen, bien por producto o por territorio y por ende, la protección por parte de las administraciones. Hay que tener en en cuenta que actualmente en España, la actividad minera está dependiendo del Departamento de Minas porque la mayor parte de la producción de sal es de sal gema, no sal marina, mientras que en el caso de Andalucía es al revés, lo que perjudica su desarrollo.

Otro dato es que de la producción de sal sólo se dedica a la alimentación el 7 por ciento, mientras que el resto es para peletería, laboratorios, las carreteras para evitar la congelación, como ejemplos de las muchas aplicaciones de este producto que no en vano ha sido siempre un producto estratégico, de ahí que se haya englobado en un mismo apartado que ahora se pretende cambiar.

En el caso de las salinas artesanales, se parte con la ventaja de que no va a producir un enfrentamiento con las salinas industriales porque la única diferencia es el sistema de recolección.

Es problema es saber quién aguantará el largo proceso legal
“La sal de hielo tiene calcio, yodo, magnesio, extraído de forma natural que en un sistema que no fuera artesanal no tendría. En definitiva, lo que queremos es estar desde el punto de vista jurídico en las mismas condiciones que los países del entorno. No queremos decir que con esto se vayan a salvar las salinas, pero sí que la cuenta de resultados sea mejor y poder mantenerlas siempre que se diversifique su actividad con otras perfectamente compatibles, como están demostrando los salineros de San Fernando”, dice el senador Luis García Garrido.

Sin embargo, es una obviedad que para cualquier proyecto, y sobre todo para uno como éste en el que la diversificación precisa de imaginación y redaños, hacen falta empresarios, “aunque hay personas muy inquietas en el sector de las salinas tradicionales para que no se pierdan y hasta se puede hablar de vehemencia en su defensa”.

Manuel Ruiz Coto, de la salina San Vicente, es uno de los que se empeñaron en mantener en activo la salina que heredó de sus padres y lo ha conseguido, y junto con sus hijos -y sobre todo hijas- ha hecho la segunda parte del proyecto imprescindible para que al menos el negocio no fuera a la bancarrota. Esto es, diversificarlo.

La actividad salinera es, en este caso, una parte del negocio pero ellos le han añadido todo lo demás poco a poco, con mucho trabajo, y las más de las veces contando con el boca a boca, con la satisfacción del cliente como la mejor propaganda de que estaban haciendo las cosas bien.

Al alquiler de las instalaciones como salón de celebraciones han añadido un aspecto educativo con los despesques, que en realidad son simulacros de lo que eran antes pero que da idea de lo que fue esta actividad. Y todo eso manteniendo el resto de los pormenores para conseguir, al menos, estar en buen camino. Esto es, el cuidado y mantenimiento del medio.

Ellos, además, son los productores de esa Sal de Hielo tan demandada a la que ahora se le abre un nuevo camino, lento porque lo es siempre un trámite administrativo, pero esperanzador. ¿Llegarán a verlo sin sucumbir a esta crisis?

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