El Tourmalet, símbolo de la montaña centenaria del Tour de Francia, será el juez que señalará al elegido para llegar el próximo domingo vestido de amarillo a París, con dos claros candidatos, el español Alberto Contador (Astana), actual líder y su enemigo número uno, el luxemburgués Andy Schleck (Saxo Bank), citados en sus rampas para un “todo o nada”.
El legendario puerto festejará a los grande su 100 cumpleaños, y tendrá de regalo el honor de elegir al virtual campeón del Tour. La cima del Tourmalet, a 2115 metros de altitud, será el punto final de la decimoséptima etapa, que se disputará con salida de Pau para completar 174 kilómetros, con otros dos colosos intercalados, el Marie Blanque y el Soulor, que darán lustre a la etapa reina.
Se trata de una final anunciada entre Contador, doble ganador del Tour y Andy Schleck, segundo en la pasada edición. Ambos líderes, enemigos íntimos, quemarán las naves en un partido arbitrado por el Tourmalet, estrenado en 1910 por el francés Octave Lapize.
A falta de la contrarreloj del sábado de 52 kilómetros, Schleck tendrá que jugarse todas sus bazas en las pendientes del Tourmalet, “camino de mal retorno”. Inferior a Contador contra el crono tendrá que “luchar hasta caer de la bicicleta” para desbancarle, quien en caso de no salir airoso de la última cita de los Pirineos aún tendría la carta del sábado.
Contador se mostró tranquilo en la jornada de descanso, más sereno tras reconocer su error en el caso de la cadena. El jefe de filas del Astana vaticina “una etapa muy reñida, ya que Schleck y yo estamos muy igualados”, y que será una jornada “espectacular”. Sin obsesionarse por ganar la etapa, “como el año pasado en el Mont Ventoux”, también tiene claro el líder que si puede finiquitar la carrera en el Tourmalet, lo hará.
“Sin duda, si puedo zanjar la carrera en el Tourmalet lo haré, así tendría más margen de tiempo y tranquilidad para la contrarreloj”, dijo.
Schleck no se conforma con el maillot blanco de mejor joven, quiere más, pretende el amarillo, y así lo hace saber. “Posiblemente el que gane en el Tourmalet gana el Tour. Contador tiene un equipo de escaladores pero eso no le servirá. Me encuentro muy bien y creo que tengo serias posibilidades de ponerme líder. Será un todo o nada, y eso me motiva”, dijo Schleck.
No será el único pulso, el único aliciente a tener en cuenta en la jornada reina de los Pirineos. El ganador de la etapa será ,además, el segundo corredor que ponga su nombre en la cumbre del Tourmalet. El primero fue Jean Pierre Danguillaume en 1974.
Hay más razones para la madre de todas las etapas. Samuel Sánchez (Euskaltel Euskadi) y el ruso Denis Menchov (Rabobank) se van a jugar, en principio, la tercera plaza del podio en los 18,6 kilómetros de ascenso al Tourmalet, si es que la carrera no revienta antes en el Marie Blanque o el Soulor. El asturiano sólo aventaja a su rival directo en 13 segundos.
Samu, campeón olímpico en Pekín, tiene claro que “aquel que aguante cerca con Contador y Schleck tendrá mucho ganado”, pero admite la dificultad de la pelea ante un corredor que ha ganado dos Vueltas y un Giro y que siempre le superó contrarreloj.
Pasado el mediodía partirá la etapa de Pau. Los corredores afrontarán la Cota de Renoir, de 4a. El siguiente examen será el Soulor (1a), de 11,9 kilómetros de longitud al 7,8 por ciento de pendiente media. Y para final de fiesta, el Tourmalet, de categoría especial, con sus 18,6 kilómetros al 7,5 por ciento.
Para el vencedor está reservado el premio Henri Desgrange, aquel ingenuo y soñador director del Tour que en 1910 mandó al luxemburgués Alphonse Steinés buscar sensaciones fuertes en los Pirineos para favorecer el espectáculo. Un farol que alumbrará al futuro vencedor del Tour de Francia.