Millones de toneladas de comida acaban en la basura cada año en la Unión Europea (UE), por lo que la reducción del desperdicio alimentario es clave para lograr una alimentación más sostenible y, sin embargo, todavía no cuenta con una ley propia en España ni en la UE.
Hoy se celebra el Día internacional de Concienciación sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos, un llamamiento global a no desaprovechar todos los recursos que se utilizan en su producción.
En España, el Gobierno aprobó en junio de 2022 un proyecto de ley contra el desperdicio que, en su tramitación parlamentaria, acabó por decaer con la disolución de las Cortes previa a las elecciones generales del pasado 23 de julio.
La iniciativa se quedó así sin ser aprobada por el Senado, el último trámite que le faltaba, y habrá que esperar a la formación de un nuevo Ejecutivo que la retome en la agenda legislativa.
El titular de Agricultura, Pesca y Alimentación en funciones, Luis Planas, ha insistido en la importancia de seguir concienciando sobre el problema en todos los eslabones de la cadena alimentaria, uno de los objetivos de la campaña institucional "Aquí no se tira nada".
EL DESPERDICIO EN TIEMPOS DE INFLACIÓN
En 2022, los españoles tiraron a la basura unos 1.202 millones de kilos o litros, el 6,2 % menos que el año anterior, entre otros motivos por un mejor aprovechamiento de la comida frente a la inflación, la vuelta al consumo fuera de casa y una mayor planificación.
De acuerdo con los datos oficiales, el desperdicio alimentario se concentró en los hogares, con 1.170,5 millones de kilos (-6,2 % anual), mientras que fuera de casa se situó en unos 31,5 millones (-11,3 %).
Aunque los agentes de la cadena no tienen aún la obligación de disponer de planes de prevención del despilfarro, muchos bares y restaurantes han normalizado algunas de las prácticas que incluía el mencionado proyecto de ley como la de ofrecer un envase para que el cliente pueda llevarse las sobras.
Gran parte de la distribución tiene también por costumbre promocionar la venta de productos que tengan próxima la fecha de caducidad o la de consumo preferente.
EL CONTEXTO EUROPEO
A pesar de los esfuerzos, aún falta mucho por hacer en España y el resto de la Unión Europea, donde solo Francia e Italia han legislado sobre la materia.
El pasado julio, la Comisión Europea propuso que los Estados miembros redujeran el desperdicio de alimentos hasta 2030 en un 10 % en la transformación y la producción, y en un 30 % en la venta al por menor y el consumo (hostelería, servicios de restauración y hogares), algo que está estudiando el Consejo de la UE.
La iniciativa comunitaria de establecer objetivos concretos forma parte de la revisión de la directiva marco sobre residuos, después de que Bruselas organizara grupos de participación ciudadana para escuchar sus propuestas sobre este asunto.
Unos 57 millones de toneladas de alimentos y bebidas se desperdiciaron en 2020 en la UE, el equivalente a 127 kilos por persona, según los últimos datos oficiales, que arrojan un coste de 130.000 millones de euros anuales.
DESARROLLO SOSTENIBLE
En todo el mundo se estima que un 13 % de los alimentos que se producen se pierden después de la cosecha y antes de que lleguen a los puntos de venta, mientras que otro 17 % se desperdicia en los hogares, los servicios de restauración y la distribución.
La agenda de desarrollo sostenible para 2030 llama a reducir a la mitad el desperdicio alimentario per cápita en todo el mundo, tanto en la venta al por menor como en el consumo, y reducir las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y suministro.
El desperdicio alimentario se da en un contexto global de inseguridad alimentaria, con 783 millones de personas pasando hambre y más de 3.100 millones sin poder permitirse una dieta saludable, según las últimas cifras de la ONU.
Los mayores niveles de pérdidas se registran en frutas y verduras, carne y pescado, alimentos frescos que son altamente nutritivos, como apunta la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Además, se calcula que las emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas a las pérdidas y el desperdicio alimentario representan hasta un 10 % del total.
Una razón de más para luchar contra este problema y mejorar la sostenibilidad y la resiliencia de los sistemas agroalimentarios.