Tal vez entienda que ha llegado el momento de separarse para hacerse notar en la escena política sanluqueña utilizando esta huelga general como trampolín de lanzamiento, solo que igual no ha medido el agua que hay en la piscina y la contundencia de la respuesta del grupo municipal socialista les debería hacer ver que el batacazo puede ser mayúsculo.
Quizás sea irreversible porque las alianzas se demuestran en los momentos más complicados, ya que cuando todo va bien es sencillo mantener los lazos de unión. Quizás sea el principio del fin de esta unión porque a Irene García, la alcaldesa, tan amable casi siempre, no le tiembla el pulso cuando tiene que hacer lo que debe, y a estas alturas es algo que debería saber Marín tras más de tres años de compartir cosas. Es por ello que dudó hasta última hora, pero como lo hizo mal desde un principio le pudo más el miedo al ridículo que las consecuencias de su valiente escenificación pública separatista. Consecuencias que de momento serán el cese de dos cargos de confianza y de dos delegaciones como son Empleo y Calidad Administrativa en base a lo que a partir de ahora será el cumplimiento “literal” del acuerdo inicial suscrito y que, más adelante, puede significar la ruptura definitiva de este acuerdo y, por supuesto, el replanteamiento de posibles futuras coaliciones. Porque no todas las manchas salen con agua.
Pero por encima de todo es una cuestión de responsabilidad acudir a un Pleno donde están representados todos los sanluqueños, tanto aquellos que secundan la huelga como los que no. Y políticamente hablando, debatir en la Sanlúcar de la crisis sobre participación de tributos de la Junta en base a un ingreso de 2,6 millones de euros parece motivo suficiente para acudir al Pleno, apoyar y cumplir el pacto suscrito y evitar patinaje artístico con pirueta incluida que no se justifica ni por una cuestión de estrategia de desmarque a ocho meses de las municipales. Eso está muy visto.