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La ventolera

Existe más de una generación de jóvenes jiennenses que está creciendo sin conocer los estragos del famoso viento de Jaén

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  • Una Semana Santa de lluvia y viento en Jaén. -

Existe más de una generación de jóvenes jiennenses que está creciendo sin conocer los estragos del famoso viento de Jaén. Ese elemento atemporal y espontáneo que se hace presente en esta ciudad y deja desperdigados por las cuestas de nuestras calles los contenedores de basura, revienta los árboles y puede llegar a hacer sonar los campanarios si se lo propone.

El famoso viento de Jaén ha dejado escritas páginas gloriosas en nuestra literatura local. Fernando Lorite así lo reflejaba en su libro “Recuerdos del Jaén antiguo”, rememorando aquella vez que se abrió de par en par la puerta del Perdón de la Catedral. Ese mismo que se llevó por delante en La Alameda aquellas cubiertas que efímeramente existieron en la plaza de toros y el auditorio, cuando Jaén quiso ser vanguardia.

Poco se está hablando del airazo que hemos tenido días atrás. Mucho se ha escrito de la lluvia que ha reconvertido Jaén por unos días en Galicia, cuando los pluviómetros se han visto desbordados, pero poco se está escribiendo de la ventolera que hemos tenido y que se ha llevado por delante realmente gran parte de nuestra Semana Santa.


Porque si ya el miércoles Santo se levantó un aire que en la Plaza de Santa Isabel llegó a tirar motos que estaban aparcadas a las puertas de la Parroquia donde el Cautivo se quedó sin salir, el Jueves Santo el viento de Jaén se vino arriba con muy malas intenciones. En el parque del Bulevar se podía perfectamente surfear en el estanque central.

Pudo procesionar la Expiración, pero subiendo la carrera oficial, el blanco y morado de su traje de estatutos se revoloteaba y parecía más bien que venía de camino el añorado Frente Aceitunero. Después hizo lo propio el Gran Poder, con una legión de romanos por delante bien pertrechados con sus correspondientes cascos imperiales, que en Jaén en días así son mucho más efectivos que los paraguas. Porque esta ciudad no es apta para paraguas, y debería imponerse el uso de casco romano para la protección en días de lluvia y viento.

Y cuando Jaén, con un frío que hizo sacar mantas a la calle en primavera, se preparaba para vivir su Madrugá, el viento se puso insoportable y acabó haciéndonos recordar aquella frase del confinamiento que hace no mucho vivíamos por estas fechas: por tu seguridad y la de todos, yo me quedo en casa. Y así fue como meses después de aquella procesión extraordinaria de rogativas, El Abuelo se quedó en casa. Pero no por la lluvia, sino por una ventolera muy malaje.

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