Esta mañana hemos amanecido en casa con agua en el suelo de la cocina. Lo descubrimos gracias a un recipiente que usamos para almacenar las bolsas de plástico que luego reciclamos. El ruido del goteo sobre ellas fue el que nos hizo inspeccionar más a fondo hasta descubrir que estábamos pisando sobre mojado. Recogimos con la fregona todo lo que pudimos y terminamos por extender en el suelo algunas toallas y una manta que sirvieran de esponjas.
La primera impresión fue un susto de cojones porque, mientras recorrimos el resto de las habitaciones, no sabíamos si los charcos acababan en la cocina o si el resto de la vivienda también se había encharcado. Afortunadamente, el diluvio caído al amanecer no tuvo más consecuencias que las propias del restablecimiento del orden natural en el piso.
Tanto mi mujer como yo ya no volveremos a cumplir los setenta años y, francamente, a estas edades cualquier cosa que no sea la normalidad, alarma, preocupa y atemoriza. Hemos dado gracias porque esta noche no hemos tenido nietos durmiendo en casa como suele ser habitual durante el curso académico porque tres de ellos estudian en la ciudad, pero viven en Chiclana.
Una vez declarado el estado de tranquilidad momentánea en casa, pusimos la tele a ver las noticias para informarnos de las novedades sobre la DANA durante la madrugada. Nos acostamos con sesenta y dos fallecidos y nos encontramos con casi cien víctimas. Las nuevas imágenes no necesitan descripción porque cada uno de los que estáis leyendo esto las habéis visto igual que nosotros y estamos de acuerdo en que son un verdadero horror. Mayores, niños, mujeres y hombre se han ido a la otra vida en un instante, porque la naturaleza tiene estos trágicos caprichos. Casualmente en vísperas de un Halloween que esta vez no ha venido para diversiones.
Volvimos a la cocina y comprobamos que las filtraciones habían cesado. Un poco asustados aún, escurrimos la manta y las toallas, y quitamos los zocalillos de los muebles para secar por abajo. Lamentándonos por el episodio sufrido, nos miramos pensativos con una reflexión común marcada en nuestras frentes. ¡Solo le hemos visto la puntita de la oreja al lobo y estamos temblando! ¿Como deben estar los que han padecido el aliento de sus fauces en la misma cara?