José Manuel A.P., de 35 años, acusado de asesinar al exmarido de su mujer, al que supuestamente disparó en dos ocasiones con una escopeta de caza en un punto de encuentro familiar situado en el barrio granadino del Zaidín cuando la víctima iba a recoger a su hijo menor de edad, el pasado 10 de diciembre de 2010, ha negado este lunes cualquier participación en los hechos. "Yo no he matado a nadie, no soy capaz de matar a nadie, no tengo escopeta ni nada que ocultar, porque yo no he hecho nada", ha afirmado ante el jurado popular que lo enjuiciará hasta el próximo viernes en la Audiencia Provincial de Granada.
Durante su declaración, el procesado, que se enfrenta a un total de 21 años y medio de cárcel por un delito de asesinato y otro de tenencia ilícita de armas, con la agravante del uso de disfraz, ya que el asesino usó unas gafas negras y una peluca para evitar ser reconocido cuando disparó, ha enumerado lo que hizo aquel día del invierno de hace dos años. Según ha explicado, tras levantarse y desayunar con su mujer, estuvo "fabricando unos petardos", a lo que era aficionado, en el sótano de su vivienda, situada en el municipio de Huétor Tájar. Después se fue a recoger al colegio al hijo de su mujer y de su anterior marido y todos comieron en casa, junto a su suegra, madre de su esposa.
Aquel día era viernes y, según el régimen de visitas establecido, el niño, de 9 años, tenía que encontrarse con su padre en el punto de encuentro familiar, en el Zaidín, sobre las 18,45. La madre se fue al lugar sobre las 16,30, mientras que el inculpado se quedó en casa con otro hijo, de aproximadamente un año y de ambos, porque tenía "unas décimas de fiebre". Sin embargo, después llegó su hermano a su casa y los dos, como habían quedado el día anterior, se fueron a lavar su coche en una gasolinera sobre las 19,15 horas, mientras su suegra se quedaba con el bebé.
Antes de eso, su mujer le llamó por teléfono, sobre las 18,30 horas, y le dijo que "había habido un tiroteo" en las cercanías del punto de encuentro, pero no le informó de que había fallecido una persona y de que ésta era su exmarido y no se trasladó hasta la zona porque ella le dijo "que la Policía no quería" que se presentara allí.
Horas más tarde, la Policía se personó en su domicilio y él se dirigió voluntariamente a la Comisaría, donde por primera vez después de lo ocurrido vio a su mujer. Allí fue para prestar declaración y que le realizaran unas pruebas para detectar en sus manos y rostro posibles restos de la detonación de un arma. Las pruebas dieron positivo, pero el acusado ha atribuido el resultado a la posible manipulación de la pólvora de los petardos o a que la propia Policía le contaminó las manos y la cabeza en el traslado, según ha defendido también su abogado, designado de oficio.
José Manuel A.P. ha reconocido que había tenido un incidente anterior con el fallecido, al que propinó un puñetazo por el que se celebró un juicio en el que alcanzaron una sentencia por conformidad. No obstante, ha asegurado que él no tiene "nada que ocultar", y por eso ha colaborado en todo momento en la investigación de los hechos, que no tiene escopeta de caza ni acceso a armas --pese a que su suegro sí dispone de una-- y que no ha matado a nadie. "Ni soy capaz de matar a nadie", ha señalado el acusado, que ha admitido que a veces sí va de caza a por conejos y que tiene pelucas que utiliza en Halloween y en otras fiestas.
Además de su testimonio, en la sesión de hoy han comparecido otros cuatro testigos, todos policías nacionales. Los dos primeros que han testificado han sido los dos agentes que se desplazaron en primer lugar a la zona del asesinato cuando recibieron el aviso y que interrogaron a las personas que habían visto lo ocurrido. Estos testigos les ofrecieron una descripción de la persona que disparó contra el hombre abatido, física y en cuanto a vestimenta, y alguno de ellos manifestó que el individuo que había disparado llevaba una peluca, gafas negras y una gorra, para evitar seguramente ser identificado.
También han declarado el jefe del Grupo de Homicidios que se encargó de la investigación, que ha informado de que se barajó incluso la posible participación del hermano del procesado por el testimonio de algunas personas, y el inspector que hizo las pesquisas oportunas para llevar a la detención del ahora enjuiciado.
La defensa de José Manuel A.P. ha sostenido, durante su alegato inicial ante el jurado, que en este caso podemos estar ante un "gravísimo error" cometido por la Policía, "que no es infalible", en la toma de muestras de posibles restos de pólvora. Según ha indicado, obra en la causa un informe pericial que evidencia que se encontraron partículas de una posible detonación en las manos, en el rostro y en la cabeza del acusado, cuando eso es "imposible" si llevaba una peluca y estaba tapado. Por ello, intentará demostrar a lo largo del juicio que la inculpación de su defendido se ha basado tan sólo en esa prueba posiblemente errónea y que realmente la persona que asesinó al exmarido de su mujer no fue él.
El juicio continuará este martes con la declaración de los testigos presenciales y agentes de Policía que participaron en la investigación, mientras que el miércoles comparecerán los familiares de la víctima y también del procesado, para dar comienzo a las periciales, que se prolongarán también hasta el jueves. El viernes, una vez se hayan practicado todas las pruebas, el jurado podrá emitir su veredicto de culpabilidad o no culpabilidad.
ACUSACIÓN DEL FISCAL
Según consta en el escrito de acusación provisional del Ministerio Público, al que ha tenido acceso Europa Press, la víctima llevaba separado legalmente de su mujer desde 2006, y tenía un régimen de visitas a su favor para poder encontrarse con el hijo de ambos. Sin embargo, la custodia del menor y el reconocimiento del derecho del padre habían generado "problemas graves" entre los dos excónyuges. De hecho, la exesposa se negaba a que su exmarido, de iniciales J.M.R., ejerciera su derecho, lo que llegó a enfrentar a éste último con el entonces esposo de la mujer, que incluso llegó a darle un puñetazo en la cara por este asunto y que acabó en un juicio que no llegó a celebrarse.
Esta situación, que "contrariaba" a la mujer, fue el "caldo de cultivo" para que el acusado, "que se había propuesto acabar con los sufrimientos de su esposa", anidara la idea de acabar con la vida de J.M.R. Así, como sabía dónde iba a estar, se dirigió sobre las 17,45 horas del viernes 10 de diciembre de 2010 al punto de encuentro familiar, entre la Avenida de Dílar y la de Cádiz, adonde iba a recoger a su hijo.
Para asegurarse su objetivo, ocultó su rostro con unas gruesas gafas negras y una peluca, para evitar ser identificado y lograr su impunidad. Iba provisto de una mochila en la que portaba una escopeta de caza con los cañones recortados y cargada con cartuchos empleados en la caza mayor, para la que carecía de licencia.
Cuando su víctima, que entonces tenía 43 años, estaba junto a la puerta de acceso del local del punto de encuentro, "de forma absolutamente inesperada y sorpresiva", se acercó por su espalda, sin que pudiera reaccionar ni defenderse, y le descerrajó a muy corta distancia un tiro en la cabeza, que provocó que J.M.R. cayera ya muerto al suelo, donde le volvió a disparar otro tiro más en la espalda.