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19/05/2024  

Un nefasto precedente

Gamonal es en la actualidad una populosa barriada de Burgos, con 60 mil habitantes, aunque hasta mediados de la pasada centuria fue un municipio autónomo. Su nombre se justifica por la extensa proliferación de gamón en sus inmediaciones. El gamón es una planta herbácea de procedencia mediterránea que florece en primavera-verano; sus flores son blancas (Asphodelus Albus). Se ha usado diversamente: en la antigua Grecia, se asociaba a la muerte; en algunas zonas hispanas, como alimento de cerdos; en otras, como recurso en enfermedades de la piel. Gamonal ha cobrado ahora fama merced al conflicto social que allí se ha promovido.


El Ayuntamiento de Burgos está regido por el PP, que ostenta mayoría absoluta. Y en su programa electoral figuraba la iniciativa de convertir la calle Vitoria en un bulevar que albergaría en el subsuelo un amplio aparcamiento. La decisión había sido adoptada por un consenso cuasi-absoluto: las asociaciones de vecinos estaban de acuerdo casi unánime (sólo una disentía), así como los partidos de la oposición. Mas al inicio de las obras, hete aquí que se pone en marcha un movimiento vecinal contestatario mucho más numeroso de lo que en principio cabría esperar. Y, lo que es peor: no solamente se generan vivas protestas, sino desórdenes ciudadanos de carácter destructivo promovidos por elementos radicales especialistas en revueltas, tanto autóctonos como (y sobre todo) foráneos, llegados desde Madrid, Pamplona y otras capitales. Aún más, el eco de las protestas sobre las obras de Gamonal se extiende a una gran parte de la geografía hispana, de un modo perfectamente coordinado a través las redes sociales.


¿Cómo es posible que se llegue a tales extremos? A mi modo de ver, por una conjunción de conductas equivocadas. La protesta vecinal, legítima en tanto se mantiene en cauces legales, es admisible: las obras causan molestias y suprimirían estacionamientos en la calzada, obligándoles a gastos de parking; pero una gran masa de población capitalina, que se beneficiaría de ellas, se ha mantenido al pairo, indiferente e incluso protestante. Los grupos radicales han aprovechado el estado de malestar que se vive en España como consecuencia de las medidas económicas restrictivas, utilizando el contencioso de Gamonal a modo de chispa que enciende la mecha de protestas callejeras más cruentas. Pero, ¿qué decir del alcalde y su grupo de ediles?
Álvaro Lacalle ha ofrecido una conducta ambigua e incluso paradójica. Ante las primeras manifestaciones vecinales, exhibió firmeza en sus decisiones señalando que el bulevar de Gamonal era un proyecto largamente estudiado y consensuado y que por tanto se consumaría. Cuando las cosas se encresparon más, paró temporalmente las obras, confesando que era físicamente imposible continuarlas. Pero horas después sorprendió al anunciar que tal suspensión era definitiva. Puede pensarse si tal medida emanaba de estamentos gubernativos superiores con una política de paños calientes. En todo caso, se ha sentado un precedente sumamente peligroso. En el futuro, quizá no serán raros estallidos callejeros en los que se oiga el grito de ¡acordaos de Gamonal!

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