¿Están los intereses del PSOE andaluz por encima de los intereses nacionales, a los que convendría una recomposición del principal partido de la oposición, la segunda formación nacional en militantes, la primera en historia? Creemos que no. La decisión de Susana Díaz, presidenta de la Junta andaluza, anunciada por ella misma, de no presentarse a la secretaría general en el ya inminente congreso del PSOE, es, entendemos, una mala noticia. Y cabe preguntarse hasta qué punto la carismática doña Susana no debería haber cedido a la petición de todas las federaciones socialistas, excepto dos –que tampoco se oponían—para que encabece la estructura federal (nacional) del partido.
Su abandono deja ahora al PSOE en menos de la pelea por el poder de tres figuras que, en ningún caso, han suscitado la unanimidad en el apoyo, y menos aún el entusiasmo, que Díaz sí había logrado para sí. Ni Pedro Sánchez, ni Eduardo Madina, ni, menos aún el candidato de Izquierda Socialista José Antonio Pérez Tapia, son personajes indiscutibles, como lo era Díaz; ni tienen tras de sí a poderosas federaciones, como ella. Se trata, sin duda, de tres personajes estimables intelectualmente, de probada honorabilidad, pero no han aportado grandes avances en el debate de las ideas que renovarán, o no, el histórico partido de Pablo Iglesias –el original--, de Indalecio Prieto, de Felipe González, de Zapatero –por qué no—y del dimitido Alfredo Pérez Rubalcaba. Quien ve ahora cómo un gesto digno, como fue su renuncia tras los desastrosos resultados del 25 de mayo, se convierte en la semilla de una nueva posible discordia interna. O de un pasteleo que poco tendría que ver con las ansias de los militantes. Y ya veremos cómo reaccionan ahora los automarginados –por ahora—Patxi López y Carme Chacón. O los ‘tapados’ que pudieran ir apareciendo.
Guardando el granero de votos que es Andalucía y cediendo más a intereses de su círculo interno que a una visión de Estado, es de temer que Susana Díaz haya dado un nuevo paso hacia un peligroso debilitamiento de la formación que debería, aunque suene a paradoja, ‘centrar’ a la izquierda en un momento en el que el desconcierto es la tónica general: véase, si no, lo que está ocurriendo en IU y con los debates internos en un ‘Podemos’ donde se advierte el desconcierto sobre cómo organizar su éxito electoral de cara al futuro. Y ello, claro está, afianza esa especie de sistema de partido único, el PP, en el que los problemas internos, que los hay, y el desgaste electoral, que también, pasan casi desapercibidos ante lo que está ocurriendo en las restantes formaciones, el PSOE muy en particular.
Veremos dónde acaba todo esto. De momento, lo que parecía empezar a estar establecido se quiebra. Habrá que volver a empezar.
Andalucía
La bandera blanquiverde de Susana Díaz
¿Están los intereses del PSOE andaluz por encima de los intereses nacionales, a los que convendría una recomposición del principal partido de la oposición, la segunda formación nacional en militantes, la primera en historia?
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