Una gran mayoría de aquellos que de una manera u otra se han convertido y se siguen convirtiendo en verdaderos juguetes rotos de la política, se siguen amarrando al duro banco, como diría el gran poeta cordobés, Góngora y Argote. Nada más que hay que echarle una mirada al acontecer diario a través de informativos y medios de comunicación, estamos inmersos en una conjura que nos recuerda a hechos pretéritos medievales si nos fijamos bien en nuestra variopinta historia del país.
Parece ser que la Transición nos ha servido de bien poco, si no que se lo pregunten a nuestro amigo y colega Luis Eduardo Siles. Muchos años de ejercicios forjando un tinglado, “maraña” o conjura entre unos y otros desde los altos poderes permisibles merced a las trampas y las mentiras desarrolladas previo a las elecciones para conseguir el “poderío” de los votos.
Juguetes rotos que, desde la llegada del euro, vinculó a los países europeos en un nexo ficticio, tan solo unido por el interés económico de los mandatarios, una Unión Europea que ya avisa de su tambaleo, y amenaza con una nueva recesión. Economía que se pretende apoyar en los más débiles, sobre pilares colocados en arenas movedizas, como en cierta ocasión me aseguró ese gran humanista de
Rociana del Condado, Odón Betanzos Palacios.
Dualidad o nexo entre política y economía, ajena a los grandes problemas que de manera ingente están asolando a la sociedad, recortes y más recortes, en sanidad, estudios, salarios, pensionistas, estafas, Filesa, preferentes, desahucios, huida de capitales a los paraísos fiscales, autentica mansalva de ladrones y especuladores, a los que la justicia, porque muchos están ligados a la misma, seguro que son también presuntos delincuentes, y alargan los juicios a años luz, como la luz de las estrellas. Que se llevan todo, casos de Rato, Blesa, Urdangarin, familia Pujol, etc., y no pisan las cárceles.
Juguetes rotos, estamos en manos de estos personajes que están deteriorando el concepto limpio de un país, y que están llevando a la ruina y a la desazón. La justicia se convierte en un verdadero dilema, hasta las mismas instituciones en las que operan lo reconocen, “hay una justicia para los robagallinas y otra para los intocables”. Se han perdido los valores humanos, todo vale para conseguir metas inalcanzables aunque sea pisando cabezas, a fuerza de ejercicio de pseudoverdades. El estado de conciencia del individuo en cuestión se envilece y anula todo acto de voluntades, mientras que los ciudadanos, confusos, impotentes observan como meros espectadores, cual si de un celuloide se tratara.
Juguetes rotos, movidos por las economías europeas en las que no nos cabe la menor duda, los intereses creados por los más poderosos, hacen que se despachen a su gusto, y que nos sigan llevando al vagón de las miserias. Quien calla otorga pero aquí en España ya de nada sirve el lamento.