Un 66% de tasa de paro entre la población juvenil de la provincia de Jaén es el bochornoso dato que tiene que sufrir en sus carnes la generación que, sin comerlo ni beberlo, se ve asfixiada en una situación de desempleo, inestabilidad y precariedad realmente difícil de levantar. Jaén arroja a sus jóvenes al exilio en busca de un empleo con el que poder salir adelante. Una tasa de paro vergonzosa, pero que trascendiendo la frialdad de la cifra me hace sentir la ausencia de tantos buenos amigos que han tenido que irse fuera de Jaén en busca de una oportunidad que su tierra les niega. El último en marcharse sale hoy para Madrid. Es joven, licenciado en Derecho y en Administración y Dirección de Empresas, y además es inteligente y trabajador como él solo. Pero aún así, en nuestra despedida del pasado viernes a la vera de un café, sus palabras eran, “es que aquí no hay nada”, “está todo parado”, “esto es un desastre”… Así es, Jaén despide mayoritariamente a sus jóvenes mejor formados y preparados.
Pero, ¿qué decir de ese 34% restante que sí tiene empleo? ¿Cuántos de ellos podríamos decir que tienen un contrato de trabajo indefinido, justamente remunerado, o trabajan en unas condiciones decentes? ¿Dónde quedó la dignidad del trabajador? Fue pisoteada y arrastrada por el reparto de dividendos, la productividad, la movilidad internacional, la flexibilidad laboral, el autoempleo, los becarios, las prácticas de empresa, los minijobs y toda esta retahíla de bazofia y palabrería que no son sino blasfemias repetidas por ladrones y corruptos que con tal de vivir en una opulencia y riqueza obscenas, les importa un comino sumir en la miseria a millones de personas. Todo ello con el permiso de la Ley, con la aquiescencia de quienes deberían haber sofocado estos abusos, desmanes y desvaríos.
Es en esta atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa, cuando además debemos de soportar las críticas a planteamientos o soluciones, que más allá de una tibieza inmovilista, mansa y resignada, proponen una actitud enérgica y extrema. Me da igual si esas soluciones o planteamientos nuevos, son acertados o no. Que los vote quien los quiera. Pero sé, que los que nos han gobernado hasta ahora, no pueden solucionar el problema que ellos mismos han creado. La aspiración a una vida democrática, libre y apacible será siempre el punto de mira de unos cuantos que para seguir estando arriba, necesitan que los más sigamos estando abajo.