Creo haber observado la alianza de oro en uno de los dedos del protagonista máximo de los últimos años del fútbol baenense. Pero de lo que si estoy absolutamente seguro es que muchos de los treinta nudillos de los dedos de las manos están algo desgastados de llamar en puertas y de repicar esas llamadas. No es infrecuente verle a lo largo de la temporada, especialmente en épocas concretas en las que hay que captar socios o anunciantes y patrocinador, con un cuaderno en la mano patearse las calles de la ciudad... pidiendo. Y en una de las acepciones más ingratas que puede haber del verbo pedir en sus diferentes formas, que no es otra que la de pedir para otros, que no para uno mismo. Un carné de socio, una publicidad en el campo, una pancarta, cualquier donación, una entrada a la grada, son los pequeños granitos de arena que si fuera verde formarían un césped compacto y de otro color sirve para encontrarla intercalada en el tapiz artificial y ya desgastado del actual campo de fútbol de Baena.
Cansado, es la palabra que puede resumir los desvelos, los sufrimientos, las negativas, de todos estos años, que futbolísticamente se traducen en temporadas. Es cierto que ha habido momentos en los que la euforia, la alegría y la ilusión, han presidido los caminos del presidente. Pero este año (temporada en la terminología balompédica) no. Y casi sin temor a equivocarnos, diríamos mil veces no. La decisión de Antonio Tarifa de no seguir al frente del club (salvo un giro radical en patrocinios y financiación), no es de ahora, con dos jornadas por delante, ni de hace medio año. Cuando comenzó la campaña, sin querer anunciarlo, lo tenía clarísimo. Los años queman, los desencuentros también, la soledad mucho más y la familia, obliga, tira y es necesaria. Y los atenciones paralelas en tiempo de trabajo personal... igualmente.
Al límite
Este ejercicio futbolístico, para ser el que despide a Tarifa en la presidencia (ojo que en fútbol casi todo es posible y los cambios se pueden dar), está siendo especialmente complicado y difícil. Al punto que con tiempo por delante confesó a sus íntimos lo de que "me voy este año pase lo que pase". Razón suficiente para pensar que Antonio va a cumplir su palabra porque las etapas (en su caso en plural y varias) se terminan y se agotan. Pocas veces un presidente, sea de categoría aficionada o profesional, se enfrenta a tres cambios de entrenadores en una temporada, mejor dicho, en el plazo de apenas un mes.
Eso es lo que le ha sucedido al Baena Atlético, inmerso desde casi toda la campaña, pero especialmente desde comienzos de 2009, en una crisis deportiva de primera magnitud. Un entrenador con el que comenzó, Juani, otro con el que siguió cuando cesaron a aquél (Roberto), los días contados que éste estuvo al frente por si tenía o dejaba de tener carné y colegiación, y los menos días aún de Tapias. Todos protagonizaron una racha de una docena de jornadas consecutivas sin conocer la victoria, apenas tres puntos subieron al casillero del Grupo Peña Baena Atlético en la clasificación de la 1ª Andaluza de fútbol. Con la llegada del cuarto técnico, Pablo Susín, la situación se volteó de una forma radical aunque sin perder el peligro vivido, pero sí con kla clara posibilidad y mentalización de poder alejarlo de la primera mirada. Contando también con la incorporación de una serie de fichajes procedentes del Villanueva.
El trece
Pase lo que pase, el decimotercer presidente en la historia del Baena Atlético, dejará su cargo con el regusto alicaído por tantos momentos de dificultades y desánimos, pero con la esperanza de que el trabajo hecho, cuando se cumplen cuatro décadas de historia del club, sirva para que los que lleguen, los que le sucedan, recobren fuerzas y savia.
Si las cuentas no fallan, Antonio Tarifa habrá cumplido, con esta, seis temporadas consecutivas como máximo responsable del club. Ya fue presidente durante otros cuatro ejercicios, cuando cedió el testigo a uno de sus fieles directivos, Diego. En total, ha sido aproximadamente una década al frente de la entidad deportiva, con ascensos y descensos, con méritos, pero con años pasados y vividos a los que hay que añadir los desempeñados como directivo.
Se irá en tiempos de crisis, aunque si consigue salvar las cuentas y al equipo cuando acabe la competición, esa palabra fatídica, también en el fútbol, no afectará al club sino a su, seguro, pecunio personal, pero sobre todo y fundamentalmente a los jirones que se ha dejado en estos cargos no sólo no remunerados sino extraordinariamente ingratos en el día a día y hasta hora a hora, cuando hay que pagar las fichas, al árbitro, buscar un autobús o coches, o encargar unos bocatas...