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Los mediocres

Y los mediocres condicionan el mundo y hacen listo al de medio pelo y exitoso al torpe y agudo al enterado. Pero todo sin iniciativa.

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Las cosas no se arreglan por los mediocres, casi siempre pasa. Obramos siempre con el pie echado, en previsión de males que pueden atacar. El miedo es el gran enemigo y el motor de la vida humana. Me gustaría levantarme un día con decisiones tomadas a la luz y abierto al coraje y que mi ejemplo cundiera y llegáramos la humanidad a emprender mil cosas que andan pendientes y no hay medios de sacarlas adelante. El hambre de los niños, por ejemplo, o la sanidad infantil que mata todos los días sin que nadie lo impida. Cuando nos encontremos con  los misioneros, por ejemplo, en el otro lado nos veremos muy pobres y esconderemos las manos para que no aparezcan vacías.

Sin embargo hay gente que sabe conjugar este aparente bienestar occidental para practicar la caridad donde otros encuentran ocasión para el hedonismo, porque es el corazón el que anda enganchado o no a las cosas. Qué lío armamos buscando saturar nuestras tendencias o  disimularlas para que no se vean en un infantilismo con malicia.  Sí hay gente que algún día nos avergonzará con sus obras puestas al servicio de los otros. La mediocridad con que algunos procedemos en la relación social frena muchos propósitos y toca otros  que son decisivos para la humanidad. ¡Con qué impronta de egoísmo salimos al mundo que a muchos no se nos borra  y es nuestra identidad para siempre!

Esto considerando los presupuestos religiosos, que es la especialista en curar estos males, la iglesia. Que si nos subimos al pedestal del científico, vemos este egoísmo como presupuesto  necesario para la subsistencia, que sin él como motor no hubiéramos llegado muy lejos, esa es la verdad. No hay espectáculo más hermoso que ver luchar por la vida a un mamoncito  enganchado a la teta sin ver siquiera a su posible hermano. ¿Entonces en qué quedamos, es egoísmo o imperativo natural ligado a los instintos? Me temo que hay mucho que corregir en la literatura humana y afinar más en la escuela tradicional hasta salir al mundo. Que se guardan lagunas que luego son una rémora y se pierden otras virtudes que mejor conservarlas durante toda la vida.


Pero yo iba a la voluntad, que es donde se cuaja el mediocre. La sociedad de la abundancia hace una capa de pereza que nos distingue. La máquina nos facilita mucha cosas pero no está entre ellas el elegir entre lo bueno y lo mejor, que ya no digo lo malo. Todos arrastramos una voluntad débil que se pone a optar con baja eficacia, apartando lo que supone esfuerzo y optando por lo agradable. Llevamos delante los presupuestos de una filosofía del mínimo esfuerzo que de lo físico se contagia a lo moral y abrasa la conducta surgiendo un hedonismo de baja estofa que nos caracteriza. Luego, mañana, sí lo haré, espera y no llega nunca o lo hace tarde, que es lo mismo. Somos mediocres por perezosos y no somos más por lo mismo.  Todo se puede quedar sin hacer tras la roída incertidumbre.

Los viejos en general no aguantan esto, es en lo que más discrepamos. Ellos conservan un hábito de trabajo mayor aunque lo mecánico lo va desgastando. Por cierto, ¿es vaguería o pereza, en qué quedamos? Lo que sí sé es que cuando decimos tenemos de todo, queremos decir tenemos de todo lo que tiene la máquina, o podemos lo que ella puede o alcanzamos donde ella alcanza. Ojala no lleguemos a discurrir donde ella, a callar donde ella y a sentir si ella así lo quiere. La máquina se ofrece a suplirnos, creo yo que con buena voluntad, pero acaba diciendo siéntate que yo te sustituyo. ¿Y cuando sea un duelo? ¿Y la alegría? ¿Se atreverá su osadía a reír por nosotros? Eso es más grave, no es nada fácil imitar la risa. Lo dejo por si acaso, pero se ríen ciertos primates, lo han conseguido.

Se llega a mediocre sin hacer nada, parece fácil. Y la vida parece ser que te lo compensa. Sí, no tienes que hacer nada especial. La cara es un préstamo que no se devuelve. Y sin embargo su labor es encomiable, todo el color del mundo lo han dado ellos, este color anodino. No, no es ceniza, son los cristales. Y los mediocres condicionan el mundo y hacen listo al de medio pelo y exitoso al torpe y agudo al enterado. Pero todo sin iniciativa. Lo que falta de hacer y no se hace en este mundo siempre se debe a ellos. Hay cosas que sangran y otras que contradicen al corto  sentido común. El desamor, los fríos, las tormentas. Un verso de rima rebuscada. Los tibios serán expulsados de la boca de Dios. De los mediocres que invaden, líbranos, Señor.

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