En estos días son muchos los que se rasgan las vestiduras, acribillando o defendiendo las acciones y consecuencias de, a un mes de concurso, retirar de la plantilla a dos componentes de una comparsa.
Los 'acribilladores' apelan al sentimiento, al esfuerzo o a las horas de empeño y dedicación. Los defendedores, se encargan de recurrir al sentido artístico o, incluso, profesional de una agrupación y de su autor que, al fin y al cabo, marca las normas de lo que quiere llevar al teatro.
No entraré hoy en debatir quien tiene la razón o no, ni siquiera me enredaré en el asunto de si es verdad lo que nos cuentan o simplemente una artimaña para no contar otras cosillas de esas de las que todos sabemos que ocurren en el local de ensayo.
Hoy me preocupa averiguar cuál es el Carnaval que queremos para Cádiz, o al menos qué camino queremos que sigan el COAC y sus participantes.
Desde hace muchos años, algunos persiguen la idea de hacer un concurso más profesional que se convierta en uno de los motores económicos de la ciudad.
Si es esto lo que buscamos los pasos son bastante claros y, poco a poco, las agrupaciones deberían de convertirse en empresas (con estructura de empresa, no solo como forma jurídica), como ya pasa en otros carnavales. Siendo así, no cabe otra que regirse por el 'no sentimentalismo' y si algo no funciona, como en otros trabajos, se cambia y la relación contractual se corta, sin más.
Evidentemente, para no caer en prácticas liberales, habría que asegurar la recompensa adecuada para quienes en su momento debieran abandonar el barco.
Somos conscientes de que para esta parte queda muchísimo por caminar y que los pasos han de darse de forma lenta y segura, para que se den de forma correcta.
Cierto es que hay un sector muy amplio de la afición que considera que si el concurso se hace 'profesional' se rompería con la tradición y el Carnaval de Cádiz se quedaría sin su esencia. Contradictoria opinión, ya que cada vez se le exige más a las agrupaciones, a nivel compositivo y, por supuesto, vocal.
A nivel personal, no veo descabellado un COAC profesional, siempre y cuando se haga de forma reglada y con garantías, como un trabajo. No pienso que acabase con la fiesta en sí, porque de la espontaneidad, la libertad, la creación compulsiva, la idiosincrasia gaditana, etc. ya la pone la calle, repleta de callejeras e ilegales, libres de hacer lo que les place y cuando les place, de forma, además, ingeniosa, culta e inteligente.