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¿Telebasura? Tu puta madre

Javier Sardá lleva unas semanas de vuelta en nuestro televisor. Su regreso no ha sido tan explosivo como ese Crónicas Marcianas al que cada vez se parece más La Tribu, su nuevo programa...

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Javier Sardá lleva unas semanas de vuelta en nuestro televisor. Su regreso no ha sido tan explosivo como ese Crónicas Marcianas al que cada vez se parece más La Tribu, su nuevo programa. Criticado por algunos y venerado por muchos otros, marcó sin lugar a dudas una época en la pequeña pantalla. Innovismo, excentridad, morbo o un concepto, bueno o malo, según el consumidor, diferente de hacer un show.      

“¿Telebasura? Tu puta madre”. De esta forma contestó en su programa marciano Sardá a un ataque contra el modelo de televisión que practicaba en las noches de Telecinco. El comunicador, que logró picos de audiencia altísimos, también presumió de haberse ganado el respeto de su director de banco, algo para él más importane que granjearse la devoción de aquellos que le veían como un incendiario.


Su Crónicas fue toda una cantera para muchos que se consagraron en Marte. Dos de sus colaboradores, Boris Izaguirre y Carlos Latre, le siguen acompañando en su nueva aventura. En esta ocasión, la audiencia le está dando un poco la espalda y tras cabalgar sin suerte en las noches de los domingos, su programa se ha pasado a la madrugada de los martes.

A Boris se le conoce por sus peculiaridades, por sus excesos televisivos y por su glamour. Si alguien se ha adentrado en su pluma literaria habrá descubierto el encanto y la calidad de sus escritos. Villa Diamante, su penúltimo libro, que fue segundo en la edición del año pasado del Premio Planeta, es una buena prueba de un talento muy oculto para parte del público.

Latre también es otro fenómeno. No hay imitación que se le resista. Las voces y los gestos los marca a la perfección. Todavía me estoy riendo con una de sus últimas imitaciones, la del triunfito Elías, al que le cuesta lo suyo la pronunciación del inglés.

Sardá, lejos de ideologías políticas y otras historias, demostró su capacidad orativa, sus dosis interpretativas, su don para enganchar bajo cualquier tema y asunto a la gente que se agolpaba delante de la caja tonta. Lo recuerdo en radio, en las tardes de La ventana, con el Señor Casamajor, ¡apasionante! Ahora parece que ha perdido un poco de su chispa, pero no dejará de ser un gran transmisor.

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