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Lunes 20/05/2024  

En román paladino

Del escáner a la urticaria

La corrupción de ayer nos ha traído a los resultados electorales de hoy

No se conoce hasta donde puede caer una sociedad.  Stéphane Hessel y Edgar Morin –dos ilustrados nonagenarios y visionarios- gritaron: “Queridos conciudadanos, es nuestro propósito denunciar el curso perverso de una política ciega que nos conduce al desastre. Es el de enunciar una vía política de salvación pública”.

Frente a este llamamiento de los autores de ¡Indignaos! y ¡Comprometeos! por una nueva política desinteresada, generosa, para los que no tienen de todo, utópica, socializante, de raíces judeo-cristianas y éticas, de fondo ilustrado, con connotaciones libertarias, con entonación liberal, como gustaba decir al trasterrado Juan Marichal, en definitiva,  con aires progresistas  que evocaban un mundo nuevo, caemos en el fango de lo que se ve y se oye cada día.

Un dirigente socialista dice   que no le produce “orticaria” (sic) votar para hacer posible que Rajoy sea presidente del gobierno,  acompañado de un ministro que  manda espiar a la oposición política, a otro que tiene cuentas opacas en Panamá, que lidera un partido con todos sus tesoreros multimillonarios e imputados, con Suiza infectada de millones de  contratos fraudulentos, que deja pudrirse –sin conocer las consecuencias tremendas que  acarrea- el conflicto con las instituciones catalanas, y que ha empobrecido a las clases medias y populares aumentado la desigualdad y la pobreza en España, a pesar de encontrarnos en un nivel de desarrollo tan diferente al de hace veinte años.

El contexto lo completa el escáner. El responsable de la trama organizada de defraudación con los contratos públicos y financiador del partido del gobierno, Correa, dice, con  desfachatez,  que entraba en la sede del PP como Pedro por su casa. Que  pasaba sin la revisión del  escáner, sin controles,   y que estaba más tiempo en Génova que en su despacho. Las campañas electorales   han estado todas sobrefinanciadas para el Partido Popular, rompiendo con  la democracia igualitaria constitucional.  La corrupción de ayer nos ha traído a los resultados electorales de hoy. Eso significa machacar el Estado de los partidos. Si los partidos se comportan fuera del marco jurídico-constitucional al que están obligados, la democracia se convierte en un paripé. Con la  solemnidad de las instituciones estatales, avanzamos hacia un  reconocimiento al que llamaba Weber: “Hemos perdido la guerra…hablemos ahora de las consecuencias que hay que sacar de este hecho…” ¿Se refería a la decencia?   

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