La memoria, acaparadora en su intento de continuar siendo fiel al paso ineludible del tiempo, me presenta en esta ocasión la romántica y bella estampa del tren que cubría el trayecto desde el Muelle del Tinto, todo un festival durante los veranos en los años cincuenta. La diésel arrastraba pequeños vagones llenos hasta los topes hasta la Punta del Sebo, que era término, pero antes solía dejar viajeros también en la Playa de la Gilda, y posteriormente en el Club Marítimo de Punta Umbría.
Una cierta parte de la chavalería onubense a modo de travesura cuando el tren arrancaba desde el Tinto, y para no pagar el billete, se montaban en el tren desde el último vagón cuando este ya estaba en circulación, pero claro, porque el mismo rodaba a paso de carreta.
Corrían los años cincuenta, y en Huelva casi nos conocíamos todos los ciudadanos, Los de Las Colonias, El Matadero, Isla Chica, Viaplana, e incluso con la aparición de las primeras viviendas de la Orden de comprovincianos mayormente procedentes del Andévalo con la puesta en marcha del Polo Químico.
La Punta del Sebo se convirtió en la playa de Huelva, la chavalería montaban sus partidos de fútbol, Los Arrazola, (el segundo de ello, Juan Manuel recientemente fallecido), El Lepero, Manuel Alvarez,. /(El Colorao), Paco El Caena y su hermano, los hermanos Pino, El Curi, Molina, Ricardo y un largo etc.
Uno recuerda las dos balsas de madera que se hallaban a unos treinta metros de la pequeña playa y hasta adonde había que nadar para luego subirse a ellas, y desde la misma zambullirse al agua, y así continuar haciéndolo unos y otros, y no solo chavales, porque, cuando Luis Aragonés jugaba en el Recreativo cedido con Domínguez al Recreativo, también se tiraban al agua desde las balsas.
Y lo que son las cosas, Luis Aragonés terminó en el Atlético de Madrid, y Domínguez, tras finalizar su vida deportiva en el Recre, se colocó en Nuevas Galerías como encargado.
Pues bien, un domingo del mes de junio de aquellos años, hubo un hecho que me marcó de por vida, resulta que un primo mío, Juan Mojarro, hijo de mi tío Manolo Mojarro, abuelo de mi sobrino Iván Rosado Mojarro, ese mismo día se estaba bañando no en la Punta del Sebo, sino en el club Marítimo, y sucedió la tragedia. Mi pariente Juan Mojarro, se lanzó desde el muelle del Club Marítimo al agua, estaba subiendo la marea, no había el suficiente aguaje y, las cosas de la edad, Juan Mojarro se quedó clavado en los fondos del fango.
Rumores de todo tipo, que si había muerto ahogado, pero la hipótesis más cercana fue que por el hecho de no haber el agua suficiente se había partido la cervical. La noticia corrió como la pólvora por Huelva, yo me hallaba bañando a dos palmos de él, en la Punta del Sebo.
Cuando llegué a mi casa mis padres al verme me abrazaron pues pensaron que yo había sido el fallecido.