Que la política tiene mucho de simulación nadie puede ponerlo en duda. La mala política, más. Nos contaron hace unos meses que la política ‘tradicional’ había muerto, que el sistema había colapsado mandando al desván el ‘régimen del 78’ y que la contradicción imperante se establecía entre nueva política y aquella vieja política finiquitada. Había que elegir. En dos ocasiones los españoles eligieron la política despreciada y los nuevos actores se quedaron con dignas representaciones pero en términos absolutos, estruendosas derrotas. El que quedó más en evidencia fue el PSOE que, una vez abierta la trampilla de un insustancial discurso político contra su propia tradición y trayectoria, puso ‘a huevo’ que, al menos en la izquierda, fuera verdad la proclama. Luego vino su crisis interna y el resto ya lo saben ustedes.
Ahora, a la nueva política se suma el nuevo PSOE. Y así, todo novísimo, se plantea el debate político entre el socialismo que busca su espacio en la oposición a
Rajoy y el partido Podemos y sus filiales que no terminan de germinar en el espacio que tanto denostaron en sus comienzos – la izquierda – y que ahora es el paño de lágrimas de su inconsistencia electoral – en las últimas, sumando a IU, perdieron un millón de votos, un 20% de su electorado -.
Ambos correteando por el jardín izquierdo de nuestro quebradizo hogar nacional, han pensado que el enfrentamiento es malo y que una imagen de encuentro cariñoso luce más que el enfado y la rabia. La victoria de
Sánchez sobre
Díaz lo fue también en gran medida sobre el discurso de
Iglesias : a ver cómo le dice ciertas cosas el de la coleta al líder del PSOE que ha transitado por el desprecio al Ibex y el abandono del PSOE de siempre por su nueva configuración en torno a él, su vivo retrato – que diría
Sabina – y su estirado puño en alto, compañero.
Para evitar discusiones inútiles se han planteado una estrategia no menos inútil, simular que se llevan bien, que ambos son ‘guays’ y que ambos juntos son la alternativa para despedir a Rajoy. Pero no es cierto. No solo no es posible, sino que es absurdo. Ambos, tal y como ha forjado el PSOE Sánchez, pretenden con el mismo discurso llegar a los mismos votantes, y por tanto entre ellos no es posible ningún entendimiento de largo recorrido. Los votantes lo saben tan bien como ellos, y aun así siguen con la simulación de acuerdos y alianzas en las Cortes. Solo si quieren escenificar un nuevo rumbo del PSOE, una nueva política – igual a la de siempre – pueden hacer una cosa: pactar. Y resulta que el que lo va a materializar es
García Page, contrario a esa idea, a Sánchez y a Podemos.
Simulación, eso es la política. Pero no importa: ellos hacen que lo que sea para que los creamos y nosotros hacemos que los creemos para que nos dejen en paz. Y así, como decía el otro, pasan los días.