El verano suele venir unido a la propagación de fuegos, casi 30 diarios y la mayoría provocados por el hombre. Pero algunos, como el de Tarragona, se van de las manos y dejan un rastro de desgracia y muerte
La historia se repite cada verano: lenguas de fuego que arrasan bosques, matorrales, campos, casas, carreteras y hasta vidas humanas. La subida de las temperaturas a la que se suma la sequedad de los terrenos se convierte en un caldo de cultivo para la propagación de los incendios, que suelen además contar con ayuda adicional. Y es que en la inmensa mayoría de los casos, el inicio de los grandes fuegos no es casual, suele estar la mano del hombre detrás. Y esta semana lo más triste de la historia se revive. Desde el martes, Cataluña está en alerta. Un centenar de dotaciones de los bomberos de la Generalitat continúan trabajando para estabilizar el perímetro del incendio forestal en el parque natural de Els Ports, en el municipio de Horta de Sant Joan (Tarragona), que continúa activo y que se ha cobrado la vida de cuatro bomberos y ha causado heridas graves a otros dos. La dificultad de acceso la terreno, la llegada de las llamas a la carretera y lo agresivo del incendio han dificultado las tareas para los cuerpos de extinción, que al final son los que han perdido la batalla.
çY es que, aunque los accidentes y negligencias son parte del problema, la mayoría de los fuegos están animados por el propósito de quemar. Aún se recuerdan los 1.900 focos declarados en Galicia entre el 4 y el 15 de agosto de 2006. Esas fechas quedaron grabadas en la memoria ciudadana porque la alarma conmocionó a la sociedad ya que, vista la magnitud del fenómeno y las versiones imaginadas que hablaban de motoristas armados con teas moviéndose campo a través, se llegó a pensar que se enfrentaba al desafío de grupos mafiosos del crimen organizado. Tampoco puede olvidarse el gran incendio de Guadalajara, que dejó tras de sí el rastro de la muerte entre el personal que ayudaba a su extinción. Algunos por negligencia y otros por interés en las tierras quemadas, lo cierto es que el fuego y el verano se han convertido en elementos tristemente paralelos, por lo que es hora de que se tomen las medidas para acabar con esta relación. La ley se ha endurecido para evitar la especulación con los terrenos quemados, pero se necesita ser más persuasivos.