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Patio de monipodio

Personalidad y globalización

Su primer deber se llama Andalucía; defender sus derechos, trabajar por la obtención de sus necesidades, por encima de todo, con respeto a los demás

Publicado: 17/09/2018 ·
20:43
· Actualizado: 17/09/2018 · 20:43
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Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Muchas veces, el nombre va delante del hombre. La “marca” delante del ser humano. Eso lleva más importancia a quien lo dice que a lo que hace. Respetamos a Blas Infante, no por “Padre de la Patria andaluza”, es Padre de la Patria andaluza por ser un referente para Andalucía. Por su obra. Muchas veces se olvida. La Junta de Andalucía es principal responsable con su política de acciones hueras, de hurtar a los andaluces la realidad de Andalucía, para supeditarla a otra aparentemente superior, impuesta por el poder que da detentarlo. Su primer deber se llama Andalucía; defender sus derechos, trabajar por la obtención de sus necesidades, por encima de todo, con respeto a los demás. Ese es su otro deber con España, no superior, sino subordinado. Respeto a España no es sumisión, no es vasallaje ni admite minimizar los derechos de la Comunidad que deben regir.

Defenderla es deber de la Junta, y de todos exigirle compromiso real en la defensa, cuyo alcance es mucho más amplio que ofrecer subvenciones. Su deber es respetar y hacer respetar la idiosincracia de Andalucía, su cultura, su historia, su filosofía, que también son sus derechos. Porque “Cultura” no sólo es leer, teatro, cine o arte, deben entender -y si no que lo aprendan- la filosofía de vida de los andaluces, para potenciarla. No vale el pretexto de “…en un mundo globalizado…”. ¿Dónde está esa globalización? ¿En los sueldos de los trabajadores? ¿En el respeto y ayuda a los más desfavorecidos? Porque, si “globalización” es explotar niños indios o africanos, o robar el petróleo de Nigeria y los diamantas de Congo ¿Quién puede ser tan inhumano y egoísta, que defienda esa nefasta palabra? La mundialización de la economía no se puede llevar por delante las culturas que son signos de identidad de todos los puntos del planeta, porque intentarlo sólo es despersonalizar muchos de esos signos en muchos lugares, adocenar -que no igualar- obligar a “unos” a la semejanza con “otros”.

De ahí la importancia de que Andalucía mantenga su propio sentido práctico de la relación humana y de la política como parte de ella. Porque “mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano”. Esa es la importancia, el sentido del sentimiento y hace grande al personaje y a su idea. Hay “soberanismos” excluyentes. Nacionalismos trasnochados basados en la fortaleza económica, o en una pretendida “superioridad racial”. Y hay nacionalismos basados en el derecho, respetuosos con todas las otras formas posibles de gobierno y autogobierno. ¿Qué soberanismo queremos? ¿El nuestro, o el que nos llega de oídas? Andalucía no debe permitirse perder su identidad, de la que la forma de entender la soberanía es parte. No se trata de ser más o menos autonomista, ni más o menos independentista. Hay palabras que se definen solas y no admiten interpretaciones, aunque lo intente el falso “arte de lo posible” que dicen es la política. El soberanismo andaluz no debe aspirar a ser más que nadie, ni a “ser” porque son otros. El soberanismo andaluz debe partir de sí mismo, hacia sí mismo, e incluir la necesaria solidaridad con quien quiera recibirla.

Porque la solidaridad es la ternura de los pueblos. Y en eso, nadie nos gana.

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