Yo , que estaba medio mareada y deslumbrada, porque tenía las pupilas dilatadas, cabreada , porque no me habían informado -con anterioridad, como era su obligación- de que me las dilatarían y que la capulla de la dilatación duraría 24 jodidas horas en las que tendría que pegarme puñetazos, para hacer el trabajo que se supone tengo que hacer, no les dije más, que, que ya les llamaría ,cuando lo que me daban ganas era de rezarles ocho padrenuestros , mientras les atizaba con una fregona usada, después de limpiar cientos de sanitarios. Pero no queda ahí la cosa, sino que en la sala de espera, conocí a una pareja que esperaba para una revisión, porque la operación de él había sido un fiasco y de un ojo veía, por llamarlo de alguna manera, fatal o como mucho igual de mal que antes, y se quejaban de la espera, innecesaria, decían ellos, toda vez que la agenda del centro era la que estaba mal redactada, porque metían en el espacio de diez o quince citas a veinte o treinta , haciéndonos esperar y quemando la sangre, innecesariamente, a los sufridos pacientes y paganinis del invento.
Y era cierto, ciertísimo y lo que después dijo ella, aún más, porque adujó que en la seguridad social ya nos habríamos levantado todos y puesto una solemne reclamación, porque ella sin más lo hacía, en cuanto algo no le gustaba, pero que como allí todo era pagando, pues aún aguantábamos las cachorreñas .
Cuando vi que la gente que había llegado después que yo desfilaba antes, le dije a una de las señoritas- no sé si era enfermera, porque todas llevaban la misma bata, desde recepcionistas, hasta las que hacían las pruebas-que era muy tarde y entonces me contestó , que ya se me había advertido que la prueba duraba mucho tiempo, lo cual no era cierto porque ninguna de las pruebas que me hicieron duraban mucho tiempo, lo que pasaba era que si en el intermedio metían a otra persona y te hacían esperar a ti , se iba acumulando el tiempo de espera, lo que no hubiera sucedido si se hubieran hecho las pruebas seguidas una detrás de otra, con lo que el tiempo se hubiera reducido a la mitad.
Y ahí entran los lamentos de cabrón, porque nadie se levantó, ni se quejó, ni se negó a pagar por la consulta, todo el mundo nos callamos y cantamos lamentos hipotéticos de cabrones, jorobando a nuestras parejas o en mi caso, a ustedes , sufridos lectores, que en más de una ocasión harán sido obligados actores de esta misma tortura, que es el verte en manos de imbéciles que hacen con tu vida y tu tiempo una chacota, porque les importa un pimiento y pueden, porque somos muchos los imbéciles que nos callamos la boca , sin rechistar… ¿Y saben por qué?, pues porque en la mayoría de los casos cuando protestas aún te tratan peor, las caras se ponen largas y la gente se enchula y piensan, o incluso te lo dicen a la cara, que eres un borde y tú tienes que guardar un respeto y una educación, para no mandarlos a freír espárragos y acordarte de toda su saga familiar, todo porque se hinchan los bolsillos a costa de tu salud, tu tiempo y tu paciencia, y siempre hay un imbécil, esperando, al que poder torear.