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La Pasión no acaba

El tiempo detenido

De regreso a casa, con el beso en la boca que el destino acababa de regalarme, andaban mis pasos en volandas -subido mi corazón en un carrusel, a lomos de...

Publicado: 20/01/2021 ·
22:36
· Actualizado: 20/01/2021 · 22:36
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  • Paco Robles durante la entrevista. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

Dedicado al alma de

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De regreso a casa, con el beso en la boca que el destino acababa de regalarme, andaban mis pasos en volandas -subido mi corazón en un carrusel, a lomos de un caballito de felicidad que ascendía y bajaba  mientras giraba sobre la madrugada el tiovivo de mi sonrisa-. Llevaba el alma en pantalón corto y las horas en el bolsillo roto por las piedras que le había lanzado a las aguas del río del olvido. El tiempo...detenido y silencioso. Tenía mi alegría el pelo suelto y el frio no era capaz de ponerle cadenas a esa fuga que yo emprendía por la ciudad solitaria buscando rincones para estar solo y abrazar mi alegría.  


Recordé tu mirada limpia, directa como cuando se te viene a la cara el palio de la Amargura -así de abrumadora- y sentí de nuevo que vale más tu silencio que tu fama, más tu palabra que tu tinta en los papeles. Tú vales más por lo que sientes que por lo que dices. Tú vales en ti por lo que supones en mi. Nunca se me olvidó quererte como jamás quise olvidarte. Tú has vivido donde sigues viviendo, aquí en el rincón de mis incertidumbres.  De alguna manera te siento como al agua del mar. Pasas, mueres en las olas de la orilla pero siempre estás. Mar. Rotundo, poderoso y limpio, obra de Dios. No voy a encontrar la mejor manera de decirte lo que siento por ti, lo sé como tú sabes que es imposible definir quién es el Gran Poder.


Anoche vi en tus ojos limpios por las lágrimas, de tanto amar a Sevilla, el reflejo de un pasado que siento aún en mi piel. Notaron las yemas de mis dedos el tacto del papel de estraza de un papelón de pescao frito y sintieron mis latidos el miedo de la ausencia, el vértigo de un abrazo y el repeluco de un millón de horas hablando de pasión, de vida, de Esperanza, de la cruz que quiere vencer, terminar de matar y no puede, a un hombre al que llaman Cachorro.


Sentí que, otra vez, habíamos visitado el mismo lugar. Esta vez era un túnel. De aquella oscuridad me había rescatado Regla. A ti, Rocío. Ahora solo mueves una mano, Cervantes de las cofradías, pero te basta para escribir a diario el Quijote de mis entrañas. Sevilla no sería la misma sin ti. Yo tampoco.


Dices que la esperanza es como su cara. Es verdad. Anoche de vuelta a casa sentí de nuevo que  llevabas razón. La brisa del río movía las esquinas de mi bufanda como se tambalean las agujas de mi reloj que ahora quiere pararse a vivir aquí, en este reencuentro. Me conmueve escucharte decir que la cruz que te ha mandado el Señor no pesa. Me emociona que rezaras por mí, que quieras dedicar tu vida a los demás y que le pongas el precio del amor a una estampita hospitalaria de la Macarena.


Hoy miro alrededor y no encuentro a nadie más que a ti. No sé si te respeto más que te quiero.

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