Dicen que los traumas se superan, a lo peor sólo se aprende a vivir con ellos. La muerte de un hijo es un acontecimiento horrible que permanece en el resto de los días de una persona. Winston Churchill se construyó un estanque poco tiempo después de perder a una hija con veinticuatro meses, en cuarenta años no dejó de pintar ese estanque.
Dicen que también representaba en él, el drama de la guerra. Qué profundo debía ser ese estanque para darle cabida después de lo de Gallipoli. Fueron sus órdenes, como lord del almirantazgo, las que seguían los doscientos cincuenta mil soldados que mandó a la muerte en este desembarco. La costa turca estaba minada, los barcos explotaron, fue una masacre.
Ahora se subastan esos cuadros que fueron en total más de quinientos por seiscientos mil euros. Él los repartía entre sus amigos. A una de las niñeras que trabajaron para él le regaló la última representación de este estanque. Era bastante estilizado pero sus herederos han conseguido un buen pellizco por él.
Para Churchill que no tenía formación sobre el tema sólo eran un entretenimiento. De hecho decía que no había que exigirse demasiado. Pintaba y dejaba entrever sus demonios en ese estanque lleno de peces rojos.
Freud trató a una joven incapaz de beber agua, después de muchas sesiones descubrió que era porque su institutriz daba de beber a su perrito de su vaso.
Fue el pintor que le retrató a los ochenta años, Graham Sutherland, quien le hizo reparar en lo del estanque porque él mismo tenía un cuadro que pintó tras la muerte de un hijo.
Sutherland no representó al primer ministro de Gran Bretaña en aquel retrato sino al hombre, Churchill o su mujer, uno de los dos, le metió fuego al cabo del tiempo. Sólo quedan de él bocetos, esos que el pintor no le permitió ver durante su trabajo. La realidad tiene diversas interpretaciones y ésta no fue de su gusto.
No sólo la pintura sirve, otras personas tejen, hacen ebanistería o chapuzas en casa, cualquier cosa que ayude a sobrevivir a un trauma.