No piensen queridos lectores que voy a hacer una evocación musical de eso dúo de principios de los años 90, del pasado siglo XX, que formaron Cristina del Valle y Alberto Comesaña, cuyas letras y actuaciones en directo reflejaban una alta tensión sexual.
Tampoco voy a referirme a esa conocida novela epistolar de Pierre Choderlos de Laclos que narra el duelo perverso y libertino de dos miembros de la nobleza francesa a finales del siglo XVIII, ni tan siquiera a la película estadounidense de finales de los años ochenta del director inglés Stephen Frears, ni a la más reciente serie que hace tres años no tuvo demasiado éxito en la Cadena Cuatro. Tener buenos amigos es un factor determinante para nuestro bienestar, y nadie duda en la actualidad de la fuerza terapéutica de la amistad, que ha sido confirmada por numerosos estudios, además lo ideal de los auténticos amigos, es que siempre están ahí, como las aspirinas en la farmacia. Hoy sin embargo me gustaría en esta columna sabatina del FARO INFORMACIÓN, referirme a esos espejismos de amistades, a esos que en algún momento de nuestras vidas les hemos dado tal categoría sin realmente serlo, y que se te pegan al costillar cuando les interesa, y cogen las de Villadiego cuando no tienen ninguna sangre que chuparte, son los que en el más ruin y mezquino sentido de la palabra conocemos como “los aprovechados”. Cuando uno llega a determinada edad, tiene el aprendizaje de la decepción, de asistir con menos afección y tragedia a que alguna gente intenten utilizarte y sacar partido de tus sentimientos y tus buenas intenciones, que por mucho entrenamiento que tengas en el trato de estos indeseables siempre sufres y te dejas algún jirón de piel en el camino. Por eso, aunque en ocasiones resulte inevitable, debemos huir de estas amistades peligrosas, que no nos aportan nada y sólo van buscando su jodido interés, que cuando analizas en la frialdad de la distancia, tomas conciencia que en ningún momento han sido honestos contigo, que la inmensa mayoría de sus actuaciones, han sido meras representaciones por conveniencia que han concluido en la traición. Si rebobinas con relación a estos sujetos, y traes al primer plano del presente muchas de las situaciones vividas, te das cuenta que jamás han sabido valorar nuestra amistad, que es algo que se construye día a día, y quizás lo que más rabia te produce es como te usaban, tal vez porque no tenían en ese momento a nadie más, y al contrario de alguien con el que tienes confianza, este era un bastardo personaje de promesas incumplidas. Mientras que quienes te aprecian con autenticidad se sienten orgullosos de ti y contentos de estar contigo, con tus pequeñas virtudes y tus muchos defectos, este tipo de individuos inundan la escena de mucho “bla, bla, bla”, pero no nos demuestran realmente que nos valoran, ya que las palabras deben ir acompañadas de los hechos, y no dejarte tirado cuando realmente los necesitas. Una de las cuestiones más enervantes de estos falsos amigos, no es sólo que adopten el titulillo para aprovecharse de ti, sino que cuando estás con ellos no comparten nada, ya que dedican el cien por cien del tiempo a hablar de ellos mismos, que es el mismo que lógicamente no te escuchan a ti. Estos personajes, mientras eres apetecible a sus objetivos, te llaman, te asedian y te persiguen, para adularte y agasajarte, cuando la misión se ha completado te vuelves invisibles para ellos, y es que como si no existieras. A partir de estos momentos, si por azares del destino os veis, su trato será distinto y distante, y no sólo no compartirá tus opiniones sino que tampoco las respetará. Nunca te han hecho ningún favor, pero además a partir de la operación despegue hablarán mal a tus espaldas, convirtiendo en defectos todo lo que antes eran cualidades. Me dan pena de estos amorales, porque no saben lo que se pierden, al no gozar del afecto de la buena gente, pero hemos de andar con cuidado y tomar todas las precauciones, para no ser victimas de estas amistades peligrosas.