Juan es uno de nuestros fotógrafos más inquietos, más estudiosos. Salido de Fo-Cal, anda, cámara en ristre, atrapando toda la luz que puede. ¿Para qué? Pues para legarla al futuro, para que los habitantes de Arcos de los próximos siglos sepan cómo era nuestro sol, cómo vestíamos y cómo eran nuestras casas que el tiempo, ay, acabará derruyendo.
Juan es, como todos los fotógrafos, un poeta de la luz. Einstein dijo que la luz es la ternura del universo. Juan trata de atesorar toda esa ternura para legarla, para ponerla, como un puñado de trigo, sobre los brazos del futuro. Con Juan, tan amable, tan inquieto, tan moreno, hemos hablado de estas cosas...
—¿Qué supone para usted este libro?
—Es todo un placer poder compartir fotografías con escritores tan importantes como Pepa Caro, Estrella Serrano, Elena Posa, Nuria Vidal, Paula Karelic, Ana García Novoa, Juan Tafur, Frau Atero y usted mismo. Una buena oportunidad la que me brinda mi amiga Elena Posa. Teniendo en cuenta que en estos tiempos pocos apuestan por la cultura, es aún más importante y tiene más valor la apuesta de Elena. Es mi primera publicación y casi no se puede explicar lo que se siente cuando se ve el arte final. Sólo espero seguir trabajando y que la segunda publicación no tarde en llegar. Agradecer de corazón a Elena Posa la confianza que deposita en mí y en mi cámara. Y a todos los que participáis en él.
—¿Tanto ama usted a esa máquina que es capaz de congelar el tiempo?
—La amo igual que ella me ama a mi… hasta puntos insospechados, pero tiene que ser así ya que por desgracia son muy caras, así que no nos queda otra, ya que sin ellas no somos nada. Esa complicidad que tenemos mi cámara y yo quizás sea el secreto para parar el tiempo de forma tan delicada. No es fácil enfrentarse a una escena, hay que controlar muchos parámetros (luces, sombras, composición, tiempo, enfoque, etc.) y si conocemos bien nuestra herramienta es menos complicado. Podemos dedicar nuestros cinco sentidos a disfrutar del momento y no a estar pendiente de la cámara. Tenemos que intentar que ella forme parte de nosotros, que sea una extensión más de nuestro cuerpo. Decía el fotógrafo Ernst Haas: “Eres tú y tu cámara. Las limitaciones que existan en tus fotografías son las mismas que las que puedas tener como persona, porque lo que vemos es lo que somos”.
—¿Qué le debe a Fo-Cal y que le debe Fo-Cal a usted?
—Tomar el relevo de otros compañeros que hace más de veinte años decidieron unirse y hablar de fotografía es un orgullo; entre ellos estaba mi padre, por lo que no podíamos permitir que desapareciera. Son muchos los que aún continúan hablando con imágenes desde entonces: Diego García, Manuel Borrego y Rafael Barrios son los pilares más importantes y los que aportan su experiencia al grupo. Me gustaría dedicar unas líneas a Rafael Rossetti, que con su inquietud por este arte logró que conociéramos y amaramos la fotografía. Hizo un trabajo maravilloso dentro de la asociación que no podemos dejar pasar por alto. Fo-Cal no me debe nada, al contrario, somos muchos los que le debemos a Fo-Cal la constancia y el arropamiento que nos ofrece. Porque Fo-Cal es algo más que una asociación; es un grupo de amigos, un grupo de amantes de este arte, donde tenemos la oportunidad de compartir y aprender algo más que fotografía. Me siento realizado, por lo que quiero aprovechar esta oportunidad y agradecer a mis compañeros, los que están y los que estuvieron, los momentos que me dedican.
—¿Cómo nace una fotografía?
—Es complicado decidir cuándo hay que apretar el disparador, quizás sea intuición…, aunque estoy convencido que la luz es la que me persigue y no yo a ella. Tenemos que educar nuestra mirada y es sólo así como veremos más claro cuándo es el momento exacto de disparar. Puedo estar días, incluso semanas en las que no encuentro nada que fotografiar. Pero, sin embargo, en un sólo minuto puedo hacer muchas fotografías. Son muchos los factores que intervienen en este proceso y el principal es mi estado de ánimo. Intento enseñar a los demás mi mundo, cosas cotidianas que pasan desapercibidas, detalles que no se ven o que son inapreciables, cambiar el punto de vista de las cosas. “A través del ojo fotográfico se puede ver el mundo bajo una nueva luz; un mundo en su mayor parte inexplorado y desconocido, un mundo que aguarda ser descubierto y revelado” (Edward Weston).
—¿En qué proyectos trabaja actualmente?
—Actualmente dedico mi tiempo a intentar comprender mejor este arte, estudio mucho y me interesa la historia de la fotografía. También de vez en cuando imparto a compañeros algún curso o taller. Aunque lo más importante para mí es un proyecto personal llamado 1 Día, 1 Foto, que consiste en hacer diariamente una foto con el móvil y publicarla. Es un ejercicio para educar mi mirada, para tenerla siempre ocupada buscando luces, rincones, formas…; es una forma de práctica continua. Esta semana he cumplido un mes y la verdad que la aceptación es buena y positiva.
—Para finalizar, háblenos de la Fundación Víctor Marín
—Teniendo en cuenta la admiración que siento por el trabajo de don Víctor y el amor que siento por la fotografía, me siento muy afortunado de poder dedicar mi tiempo a la fundación, a los orígenes de la fotografía en nuestro pueblo. La fundación se dedica a la divulgación y conservación de la fotografía, como así fue la voluntad de don Víctor. Gracias a la Delegación de Cultura y a Pepe Marín (hijo de don Víctor), la actividad y la oferta que ofrece es muy amplia. En el salón de exposición de la fundación situado en el Palacio del Mayorazgo podemos disfrutar de exposiciones de fotografías, tanto de fotógrafos de Arcos como de otros lugares, incluso de fuera de nuestras fronteras. Cursos de fotografías, conferencias, talleres, concursos, colaboraciones y un sinfín de actividades relacionadas todas con este mundo. Considero que es un trabajo apasionante en el que podemos viajar a lo largo del tiempo y soñar cómo era nuestro pueblo y nuestras gentes hace cincuenta años.