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Martes 16/04/2024  

Una feminista en la cocina

Si me dices ven

Podría pensarse que los políticos nos son afines, pero son como los escolares ante el empollón al que no miran sino en los exámenes para que les ayude

Publicado: 21/06/2022 ·
13:04
· Actualizado: 21/06/2022 · 16:35
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Kiko Matamoros.

 En Política parece que vale todo como en Supervivientes. Lo mismo es el formato idéntico o la agonía. En mi casa se decía mucho delante de una buena comida. “Te ahogas, porque eres un agonías”. No soy yo muy agonías de nada que no sean mis hijos, supongo que porque el ansia materna se me ha disparado desde la soledad impuesta. El Rocío cabecea, también los Carnavales veraneantes, mientras los niños ultiman curso y los padres aguantamos las velas como podemos. Podría pensarse que los políticos nos son afines, pero ya les digo que son como los escolares ante el empollón al que no miran sino en los exámenes para que les ayude. Si me leen, que seriamente lo dudo, sabrán que el instituto es lo más parecido a un reality de la vida real adulta. Hay grupos vecinales, el político de turno, la lianta, el fascistoide, la penca total, el inadaptado y quítenle- o desvirtúen los géneros- porque me da igual y los hay de cada madre y padre, así que lotería de sabores y colores para ningún gusto. La cosa es que lo que se trajo usted a casa de por vida cuando lo recogió en el hospital bolita cárnica amorosa, ahora le parece tamaño disparate.

Pero ya no tiene solución porque la vida nos pone trampas en cuantos nos enamoramos y concebimos la gloriosa idea de reproducirnos. Luego te ves amargado, acartonado y cincuentón a las puertas de tu casa esperando una graduación o temiendo por ella porque los otros padres y madres, los otros hijos e hijas, son tan aburridos y repetitivos como los dolores de parto de la habitación contigua a la tuya cuando tú parías. Una barriga preñada es igual a otra, y no. Un hijo del vecino es igual al tuyo, y no. Una vida es paralela a otra, y no. Porque nos han metido en una tómbola de la Feria, convirtiéndonos en monigotes colgados que apuntan maneras para que venga el vaina de turno y nos lleve a casa. Los dioses nos han hecho jodida pasada. Nos han ahuecado el ala para hacernos creer que íbamos a volar, pero en realidad vivimos vidas esquivas, con esquinas redondeadas y muchas vicisitudes como tener que asistir a la graduación de tus hijos porque al modo americano hacemos conmemoraciones cada cuarto de hora. Qué harta estoy de zaramundear. Qué puñeteramente harta de que Tombuctú no esté en la puerta de al lado. Qué miserable me siento por quejarme y no tener el valor de gritar a pulmón batiente partiéndome las vocales, mientras acomodo el culo en el hueco donde me asiento, para teclear sin ver la luz de la yema de mis dedos.

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