La sobremesa

Publicado: 20/08/2023
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Las ráfagas suaves y espaciadas volaban por la calle, sin embargo, se dulcificaron aún más por la zampoña de un afilador
Se acompaña de la tranquilidad propia del descanso de la jornada, por donde baila el roce de los platos ligeramente atenuados por el chorro del agua o el susurro del hule al doblarlo. A veces, se altera por el que se cuela de la calle, escondiéndose con la timidez de un convidado imprevisto, un sonido que se amolda al momento de arrullo por la distancia entre el asfalto y el oído.

 El pasado sábado el viento del sur aún soplaba por La Isla con esa dulzura fresca que tanto ha aliviado la canícula. Las ráfagas suaves y espaciadas volaban por la calle, sin embargo, se dulcificaron aún más por la zampoña de un afilador. Las notas alegres y enloquecidas subían y bajaban fugazmente por la sobremesa, empujadas por la brisa, refrescando la memoria, volviendo al pavimento de tierra y chinos, a la bicicleta trastabillando mientras en las puertas de las casas brillaban los cuchillos y las tijeras. También se oían quejas de espanto ante el anuncio del levante, aunque siempre había quien argumentaba la equivocación de tal augurio correspondiéndole al velonero. En cualquier caso, eran llamadas de atención, una forma de espantar a la galbana y al aburrimiento provocados por la ralentización de la rutina veraniega de hace más de cincuenta años, donde las vacaciones se llamaban permiso, las playas de la Casería y Cañorrera se visitaban con la pleamar y los viajes no iban más allá de Cádiz con una tapa de ensaladilla rusa en Casa Samuel.

Y el afilador se alejaba como sus notas, tan rápido como las chispas de la rueda de piedra, una despedida sin plazo y con regreso asegurado tácitamente, porque entonces era necesaria la reparación de enseres, ya que no había posibles para comprar nuevos.

El afilador del pasado sábado también volvió el domingo. Esta vez sus notas se fueron enganchando a las palmadas de ánimo para la selección española de futbol femenino que en ese momento jugaba la final. Cuando estas líneas se impriman el resultado será historia y, sin embargo, poco importa, porque ellas han demostrado ser campeonas desde la primera vez que pisaron el césped, desde el primer tanto logrado, un camino largo, duro y tortuoso que tuvo que esperar un siglo para obtener las primeras imágenes de un encuentro no oficial. De todas formas, la evolución va abriendo puertas y ahí las tenemos, dándolo todo en Sídney. Han ganado el mundial y sin embargo lograron la victoria cuando nos ganaron el corazón.

Una sobremesa inolvidable. Estamos de enhorabuena.

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