En una conversación reciente del podcast de Judith Tiral en YouTube, la tanatopractora y educadora Soraya Toro Olmo compartió profundas reflexiones sobre su oficio. La tanatopraxia, un arte y ciencia centrada en preparar y presentar los cuerpos de los difuntos de manera digna y respetuosa, es un campo desconocido y enigmático para muchos. Esta reveladora entrevista ofrece una perspectiva raramente observada sobre este último acto de amor y cuidado.
Soraya, con tono tranquilo y suave, desentraña este mundo con sinceridad y respeto en un amplio extracto de la entrevista, que puede escucharse íntegra en Podimo. "Acompañamos al fallecido desde recogida hasta que le damos su final", explica, subrayando la variedad de técnicas y prácticas que se aplican dependiendo de las circunstancias del fallecimiento.
El arte de la tanatopraxia se revela como un proceso detallado que comienza con la recogida del cuerpo, ya sea en un hospital, una residencia, o el hogar del difunto. "Lo normal es ir dos tanatopractores", añade Soraya, aludiendo a la importancia de la movilización segura del cuerpo.
Las reflexiones de Soraya descubren que los momentos de recogida y preparación son actos de servicio marcados por una tranquilidad profunda, especialmente durante la noche. "Los momentos de mayor tranquilidad… donde más se disfrutaba mi trabajo ha sido por la noche", compartió con una sinceridad conmovedora. Este silencio nocturno proporciona un espacio íntimo para recrear y brindarle más "cariño y amor" al trabajo, resaltando la dignidad del fallecido y devolviéndole una naturalidad que ofrece consuelo a las familias afligidas.
La estética, si bien es un componente crucial de la tanatopraxia, es una expresión de respeto y memoria más que de vanidad. Soraya enfatiza, "buscas con devolverle esa naturalidad a la imagen del fallecido es precisamente que su familia se acuerde de como él era". Las palabras de Soraya resuenan con una comprensión profunda del dolor humano y del deseo de recordar a los seres queridos tal como eran en vida.
La conexión entre la tanatopractora y el difunto va más allá de los aspectos físicos. "Nosotros somos el mejor amigo, el último mejor amigo del fallecido", comenta Soraya con una mezcla de orgullo y responsabilidad. Esta relación, llena de respeto y dignidad, permite a los seres queridos encontrar paz en los momentos más dolorosos. “El cuerpo te habla muchísimo… Somos la última persona que te va a hacer un tratamiento higiénico… Te voy a lavar, te voy a dar dignidad”, describe con cuidado y respeto Soraya.
LA DIFICULTAD DEL DOLOR FAMILIAR
Los familiares, sumidos en su dolor, son un recordatorio diario de la efímera naturaleza humana. "La parte más dura de nuestro trabajo siempre es la familia", expone Soraya, destacando el dolor que se vive al perder a un ser querido. Para Soraya y sus colegas, la interacción con las familias en duelo es un recordatorio constante de la fragilidad humana y del dolor profundo que el fallecimiento puede traer. "Es muy duro vivir día a día enfrentándote a la muerte… enfrentarte al dolor de los familiares", admite Soraya, y añade que cada caso es distinto, pero el dolor de los familiares que pierden a sus seres queridos de manera "injusta" es el más difícil de sostener.
Los casos que involucran a niños y jóvenes son especialmente desgarradores. “Madres que pierden a hijos, bebés que fallecen de muerte súbita… esos son los peores”, confiesa Soraya, su voz reflejando el dolor inimaginable de los padres. La naturalidad de la vida dicta que los hijos sobrevivan a los padres, y cuando este orden se ve alterado, el dolor es, como describe Soraya, "contra natura".
RESPETO Y DIGNIDAD
A pesar de la naturaleza desgarradora de su trabajo, Soraya y sus compañeros de profesión perseveran, brindando consuelo, paz y dignidad a los fallecidos y a sus familias. El cuidado y el respeto son elementos fundamentales en cada paso del proceso, y Soraya lo reitera, “Cada gesto cuenta. Cada detalle es vital. Es un proceso lleno de amor, y debe hacerse con respeto”. Es durante el silencio de la noche cuando Soraya encuentra una conexión especial con su trabajo. “Trabajar de noche me permite un nivel de concentración y conexión más elevado. Es un momento sagrado, donde la paz nocturna me permite brindar el mejor cuidado posible”, relata Soraya, transmitiendo la importancia del respeto y del cariño que impregna su labor nocturna.
La conexión entre la tanatopractora y el difunto trasciende lo profesional. “Es un honor y una responsabilidad ser la última persona en cuidar de alguien, en ofrecerle respeto y dignidad”, declara Soraya. La idea de ser "el último mejor amigo del fallecido", como ella menciona, va más allá de un simple acto de servicio; es un compromiso profundo con el honor y la memoria del difunto.
La tanatopraxia, más que una ciencia, es un arte; un arte que combina técnicas y saberes para preservar la memoria del difunto. “Es un arte silencioso”, dice Soraya, “Un arte que habla a través de los cuerpos, que narra historias no contadas, que revela el último susurro de una vida”. El cuerpo, en su silencio, cuenta historias de amor, dolor, lucha y vida, y es el deber del tanatopractor preservar y respetar estas historias.
Con el avance de la ciencia y la tecnología, la tanatopraxia ha evolucionado. “Hemos avanzado mucho en técnicas y enfoques. Pero, al final del día, el núcleo de nuestro trabajo sigue siendo el mismo: el respeto y el amor”, enfatiza Soraya.
La percepción social de la tanatopraxia también ha experimentado cambios. La sociedad, aunque lentamente, comienza a ver esta profesión como un acto de servicio imprescindible y honorable. “La gente empieza a entender que lo que hacemos va más allá de simplemente preparar el cuerpo. Es un acto de amor y respeto último, un homenaje a la vida del difunto”, reflexiona Soraya.
MÁS ALLÁ DEL TABÚ
A pesar de la naturaleza macabra y, a menudo, tabú de su trabajo, Soraya recalca la importancia de ver la tanatopraxia como un servicio sanitario con una dimensión estética. "Es trabajo sanitario 100%, pero tiene una parte de estética", comenta Soraya, aludiendo al tanatomaquillaje, una práctica destinada a devolverle la naturalidad al rostro del fallecido, facilitando un último adiós más ameno para los seres queridos. Soraya derriba también mitos asociados con el trabajo, como la supuesta naturaleza paranormal y los olores desagradables. Aclara que el olor de una autopsia no es muy diferente al de la carne fresca en una carnicería, y destaca la importancia de abordar el trabajo con profesionalismo y respeto.