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Una feminista en la cocina

No sé cómo me aguantan

El mundo se ha hecho un lugar pequeño e inhóspito, al menos para mí que sobre leo entre parrafadas y me limito a observar como el pájaro espino

Publicado: 25/03/2024 ·
12:56
· Actualizado: 25/03/2024 · 13:15
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Universidad de Cádiz.

A mí me puede el coraje. La desinformación, la desidia, el oportunismo, la mala leche gratis y la envidia que campan como siempre lo hicieron, desde que esta civilización nuestra- sin denominación de origen- se asentó en el Planeta. Si leen prensa variada verán las tonterías que se publican muchas veces basadas en la buena fe o la esperanza fatua como las nuevas titulaciones para Jaén, que intentan que recién graduados se queden en la terruña patria. Son arraigados los jienenses, ya se lo cuento, pero no creo que tanto como para posponer futuro a su vida, solo por amor al dónde has estudiado. No lo sé. Tampoco tengo delante las estadísticas que digan sobre una cosa u otra en un país como este nuestro en que llevar a estudiar- a base de becas- a los niños fuera de tus limitaciones locales , es como una muestra de calidad intrínseca y estilismo al mismo tiempo. En mi casa hemos ido a la Uca, fueron  y espero que puedan ir si la señora selectividad les asiste porque tengo la firme convicción que  pueden estudiar aquí lo mismo (y con la misma calidad) que en otras partes. Eso de ir a explorar a costa de mi dinero o el del Estado, luego burlado por fiestuquis y borracheras, como que conmigo no va.

El subvencionarlo digo. Niños eternos de treinta tacos todavía en la tuna dando monsergas o eternos estudiantes vampirizados porque no aprueban ni queriendo. No. Ni de coña. El mundo se ha hecho un lugar pequeño e inhóspito, al menos para mí que sobre leo entre parrafadas y me limito a observar como el pájaro espino -a modo de destino fatal- entre teclas virtuales que se manifiestan si les da la gana. Leer que en la Madrugada sevillana habrá bares abiertos como agua bendita de una portada o en otra que la policía no patrullará tanto en la Semana Santa de Cádiz como sinónimo de inseguridad, no me lleva al fervor de imaginar que se hace tras la exaltación de la religiosidad sino a despacharme que es mejor pasar esos días en un campito de Chiclana. Será la edad, el entumecimiento de las ideas o que cada vez cuenta más abrir la boca para no decir ni pio.

Es mutismo selectivo que se diagnostica como trastorno , pero que si lo traducen a los nuevos tiempos, los antiguos tiempos y toda nuestra historia contada y sin contar, es lo mejor que se puede hacer no sé bien si para morir tarde o para vivir eternamente aburrido. Hace mucho que no me interesa la política de flases, ni la del pinganillo, ni los realitys al uso, ni las marujadas que hace la gente en tictoc. Quizás hace mucho que esté muerta al modo vulgo y no me haya dado cuenta. Quizás sea la ley seca de la médula de los huesos, el no estar enamorada o el esperar que cada día salga un nuevo sol que nos abrase a los tontos, a los necios y a los profetas. Es complicado entenderme, lo sé, y se lo transijo en estos días como hoy con tormentas que no paren más que incertidumbres atmosféricas, lluvias que no son reales -ni frescas- y capirotes y túnicas ya casi recién planchados, con cartón bajuno y terciopelo (o raso) exteriorizado. Son días rarunos en los que me pesan los dedos al escribir y creo que se me está yendo la sustancia y el desvarío, para transmutarme en sensata y seca, pensada y vertida sin página que me aguante , ni disco duro que me atrape. 

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