Ellas viven más, pero peor. Las desigualdades de género tienen importantes consecuencias sobre la salud de las mujeres, como gozar de una mayor esperanza de vida pero de una peor salud, al ser más propensas a padecer
enfermedades crónicas, dolores musculoesqueléticos y trastornos de salud mental.
La XLII Reunión Anual de la Sociedad Española de Epidemiología, que se celebra desde el martes en Cádiz, ha acogido una mesa redonda en la que se han analizado estas cuestiones, además de cómo el territorio y los procesos urbanos influyen en las desigualdades sociales en salud.
Tal y como ha indicado
Amaia Bacigalupe, epidemióloga profesora del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad del País Vasco, el origen de estas desigualdades en salud está en las
desigualdades de género que las mujeres sufren en todos los ámbitos de su día a día. En este sentido, la experta ha señalado que las mujeres tienen
unas peores condiciones materiales de vida debido a su posición subalterna en el mercado laboral y a que, en muchas ocasiones, tienen que compatibilizar su trabajo con las tareas domésticas y los cuidados. Además, están expuestas a una serie de violencias específicas que influyen negativamente en su salud.
Fruto de todo ello, las mujeres padecen con mayor frecuencia enfermedades agudas y trastornos crónicos limitantes, así como niveles más altos de discapacidad y peores indicadores de salud mental a lo largo de su vida. Además, Bacigalupe ha recordado que también tienen una peor salud autopercibida y que
el consumo de psicofármacos es casi el doble de frecuente en mujeres que en hombres.
La razón de estas diferencias radica en que, desde los comienzo de la biomedicina, debido a la hegemonía patriarcal, la salud de las mujeres se ha entendido y tratado peor que la de los hombres. “En el caso de la salud mental es muy claro. Los profesionales de la salud
tienden a interpretar de manera más medicalizante síntomas relacionados con la salud mental y los convierten en intervenciones que pasan por la prescripción de psicofármacos de forma mucho más frecuente en mujeres que en hombres”, ha apuntado la experta.
Además, a pesar del impacto de estas desigualdades, todavía no hay consciencia suficiente sobre ellas. “Creo que aún no somos del todo conscientes de los efectos de los estereotipos y los prejuicios en la actuación, a veces discriminatoria, que tienen los profesionales sobre la salud de las mujeres”, ha apuntado, asegurando que todavía “estamos muy lejos” de tener una política de salud con perspectiva de género.
Los hombres: mayor riesgo de muerte prematura y menos visitas al médico
Los
roles de género también tienen efectos sobre la salud de los hombres, quienes tienen una menor esperanza de vida y visitan con menor frecuencia a los profesionales de la salud. Esto se explica por el rol masculino hegemónico tradicional, aquel que da valor a la fuerza y la valentía y rechaza el dolor, la sensibilidad y las conductas más precavidas. Este rol ha expuesto a los hombres a
una mayor mortalidad prematura por causas como los accidentes de tráfico o laborales, los suicidios y homicidios, o hábitos como el consumo de alcohol y tabaco. Algunas de las causas de mortalidad con mayor impacto en la longevidad son algunos tipos de cáncer, como el de tráquea, bronquios y pulmón, o enfermedades crónicas del hígado, que son hasta tres veces más frecuentes entre los hombres.
También existen grandes diferencias en la
mortalidad por suicidio, ya que mientras que las mujeres tienen mayor ideación y tentativas suicidas, los hombres las consuman en mayor proporción. Todo ello, unido a que
visitan con menos frecuencia a los profesionales de salud, tiene una incidencia directa sobre su menor esperanza de vida, tal y como ha señalado
Bacigalupe.
La experta pone como ejemplo los datos de Euskadi, que muestran que en 2022-2023, los hombres utilizaron los servicios sanitarios con menor frecuencia (un 74,8% frente al 82,2% de las mujeres), y usaron la Atención Primaria un 16% menos que las mujeres.
A pesar de las diferencias en la esperanza de vida entre hombres y mujeres y las desigualdades de género que las causan, parece que en los últimos años se está experimentando un
cambio de tendencia. Algunos hábitos, como el consumo de tabaco y alcohol, podrían estar modificando su patrón de género en edades tempranas y, por tanto, reduciendo la brecha de género. Así lo muestra el mayor porcentaje de mujeres fumadoras y consumidoras de alcohol entre los 15 y los 24 años.
Este tipo de conductas, tradicionalmente asociadas a los hombres, pueden llevar a las mujeres a reducir su esperanza de vida. De hecho, el Instituto Nacional de Estadística calcula que, para 2070,
la diferencia de la supervivencia por sexo se habrá reducido de los 5,6 años actuales a solo 4.
Por todo ello, Amaia Bacigalupe ha insistido en que para analizar la salud de la población desde una perspectiva de género, hay que tener en cuenta que
la desigualdad entre hombres y mujeres genera efectos diferentes, y a veces contrapuestos, en los diferentes indicadores de salud.
Próximas mesas
Cerca de 800 especialistas se reúnen en Cádiz estos días para asistir a este encuentro científico en el que están previstas más de un millar de comunicaciones. A lo largo de tres jornadas, en la XLII Reunión Anual de la Sociedad Española de Epidemiología también se hablará de asuntos como
las desigualdades en salud, el papel de las enfermeras en salud pública, la epidemiología en el siglo XXI, el cambio climático, la medicina de precisión o la inteligencia artificial.
A las 15:00 horas de esta tercera jornada tendrá lugar una mesa plenaria que abordará la epidemiología en el S.XXI, reflexionando sobre cuestiones como la formación, la empleabilidad o la participación social. El viernes 13 de septiembre a las 12:00 horas, una mesa sobre la epidemiología y la Salud Pública española ante los nuevos paradigmas pondrá el broche final a este encuentro que comenzó el martes en Cádiz.