Al gaditano Antonio Estévez Jiménez le ha tocado vivir un calvario médico y judicial que, 20 años después del accidente laboral que originó sus dolencias, sigue acumulando capítulos. El siniestro tuvo lugar en 2005 en Castellón, donde trabajaba en la construcción como oficial de primera de encofrador y ferrallista. Un hierro de unos 70 kilos se desprendió desde una altura de unos siete metros, golpeando a Antonio y provocando una serie de secuelas físicas que perduran hasta el día de hoy.
El accidente le ha provocado un dolor crónico en la zona del costado derecho y la escápula, probando multitud de tratamientos. En 2013 comenzó a tratarse con radiofrecuencia mediante el procedimiento de rizolisis, utilizado comúnmente en casos de dolor de origen facetario y consistente en la alteración de los nervios que transmiten las señales de dolor.
En uno de esos tratamientos, en el hospital Asepeyo de Coslada (Madrid) en 2014, sufrió un síndrome sincopal a causa de la administración de lidocaína, medicamento al que es alérgico. Ya entonces tuvo que ser tratado de urgencia, hechos que llevaron a Antonio a presentar una demanda por negligencia en el Juzgado de Instrucción número 6 de la localidad madrileña.
El juez, sin embargo, decretó el sobreseimiento al entender que la lidocaína es un medicamento común y los facultativos que la administraron desconocían la reacción que podía causar. Una reacción que debía constar en el historial clínico del gaditano a partir de dicho episodio.
Ya en febrero de 2025, Antonio Estévez ha vuelto a sufrir otra presunta negligencia médica, por el mismo motivo y en el mismo hospital que la denunciada en 2014. Según la demanda, facilitada a VIVA CÁDIZ por el denunciante, al ser sometido a una nueva intervención en dicha clínica se le suministró “un analgésico derivado y con los mismos efectos que la lidocaína”, provocando una reacción sincopal que llevó al gaditano a recibir “cuidados intensivos y de reanimación” a fin de estabilizarlo.
Por ello, esta nueva demanda recuerda que “la entidad hospitalaria conocía los efectos reactivos y alérgicos” del hombre a algunos componentes de medicamentos analgésicos y a pesar de ello se los volvieron a administrar, “aumentando de este modo el riesgo para su salud e integridad física”. Un nuevo episodio de un calvario que comenzó en 2005 y que ha obligado a Antonio a “investigar recopilando diferentes informes médicos para poder tener credibilidad en lo que decía”, pues hubo momentos en los que su dolencia fue puesta en cuestión. “Sigo luchando por vivir y la dignidad de saber que ni mentía, ni miento”, afirma.