Imagine el lector que acude a su Centro de Salud por un dolor insoportable, aquejado de una lumbalgia. Acto seguido, se baja los pantalones para que le pongan una simple inyección al objeto de paliar el dolor. Una vez puesta la inyección, nota unas fuertes molestias y el dedo gordo de un pie se le queda como dormido. Usted se va pero el dolor persiste y encima su pie entero se queda “como tonto, sin poder moverlo, ni arriba, ni abajo”. A los dos días acude de nuevo al Centro de Salud y le van derivando de médico en médico hasta que una neurocirujana le comunica que la inyección se la pusieron en el sitio incorrecto y que a consecuencia de ello usted padece una invalidez permanente en grado de total.
Esto es, resumido, lo que le ocurrió a D.C.Z.G de 42 años y de profesión camionero, aunque gracias a la demanda que interpuso contra el SAS a través de Bufete Ortiz Abogados, especialistas en derecho sanitario, al final ha logrado una indemnización de 85.207,93 euros más los intereses y costas del proceso. Poco para lo que ha tenido que soportar, pero como el demandante señala a este medio, “estoy contento dentro de lo que cabe”, aunque la invalidez causada “me impide ejercer mi profesión”.
Durante todo el proceso posterior, el demandante y sus abogados han vivido situaciones casi esperpénticas, como por ejemplo, “de repente se había perdido su historial clínica, o se había maquillado, pues no aparecía en él la atención recibida el sábado que acudió al Centro de Salud para que le pusieran la inyección”, aunque el juez de la Audiencia Provincial no se dejó engañar y por el principio de facilidad probatoria, al final ese ardid “perjudicó a quien no ha colaborado”, entre caso el SAS y su compañía aseguradora, Zurich.
El bufete de abogados confiesa que “el perder el historial clínico, sobre todo en actuaciones de riesgo, se está convirtiendo en una moda en el SAS, pero hay que tener en cuenta que el historial clínico pertenece al paciente y es responsabilidad del SAS ponerlo a disposición cuanto se le requiera”.
El paciente reitera que se dio cuenta en el momento del pinchazo que algo iba mal, “fue pincharme y quedarse el dedo gordo ‘tieso”. Eso fue un sábado, “el sábado volví al médico y me dijo que era imposible que fuese de la inyección”. Destacar aquí que esta visita, la segunda, sí está recogida en el historial clínico, de ahí que el juez utilizase el principio de facilidad probatoria.
El paciente volvió varias veces al médico, lo derivaron a un traumatólogo, y luego a otro especialista, hasta que llegó a manos de una neurocirujana del Hospital Puerta del Mar, quien le confirmó sus sospechas y le realizó un informe para que cursara la denuncia.
Los hechos se remontan al 7/05/05 cuando el conileño D.C.Z.G acudió al Ambulatorio la Atalaya de Conil con un fuerte dolor de lumbago, siendo examinado por el médico de guardia quien le recetó unos calmantes y allí mismo ordenó a una de las enfermeras que le pusiera una inyección intramuscular para aliviarle el fuerte dolor que presentaba. Pero la enfermera no supo ponerle bien la inyección, pinchándole sobre el nervio poplíteo, y produciéndole un terrible dolor y una parálisis del nervio ciático poplíteo externo y una paresia (falta de sensibilidad) del nervio ciático poplíteo interno. “Y ahora no siente el pie derecho, lo tengo muerto”.
La lesión directa del nervio por la aguja del inyectable, es compatible con la introducción de aquella en la zona anatómica en la zona del glúteo no adecuada, ya que el profesional sanitario que le suministró la inyección no identificó correctamente el cuadrante del glúteo (culo) sobre el que insertar la aguja con toda seguridad.
Este paciente ha sido declarado por el Instituto Nacional de la Seguridad Social afecto a una invalidez permanente en grado de total.