Felipe Benjumea ha protagonizado uno de los más relevantes acontecimientos empresariales del siglo actual en Andalucía. Un protagonismo a su manera: Abengoa comunicó a la Bolsa a las 01:44 de la madrugada del jueves que el abogado sevillano de 58 años dejará de ser presidente ejecutivo de la empresa tras un cuarto de siglo en el cargo. Ha sido el precio que ha tenido que pagar para lograr que tres bancos (Santander, Crédit Agricole y HSBC) y un fondo de inversión le dejen 530 de los 650 millones que la empresa necesita para sobrevivir a la crisis financiera en la que lleva sumida casi un año.
La junta general extraordinaria de accionistas que se celebrará el próximo 10 de octubre aprobará este y otro muchos cambios en Abengoa -entre ellos el freno y mucho mayor control de la inversión o la suspensión del pago de dividendos hasta que mejore la confianza del mercado en la empresa-.
Por su parte, José Domínguez Abascal fue el coprotagonista: el ingeniero también sevillano de 62 años, que desde 2008 era secretario general técnico, asumirá la presidencia no ejecutiva. Hombre muy cercano a las cuatro familias propietarias (Benjumea, Abaurre, Aya y Solís Martínez Campos), y al propio Felipe, se vislumbra como un presidente quizá de transición. Más aún si se tiene en cuenta que, a día de hoy, está imputado en el caso ERE por su actuación entre 2007 y 2008 como miembro del consejo rector de la agencia Idea.
Una vez se renueve el consejo de administración, que la banca también ha obligado a que se reduzca a 13 miembros desde los 17 actuales, es posible que se elija un nuevo presidente que represente esa nueva composición. Lo que sí es seguro es que Inversión Corporativa, el hólding de las cuatro familias que posee ahora el 57,7% de la compañía, quedará en minoría en el consejo con 5 miembros, y tendrá sólo el 40% de la empresa una vez se cierre la operación. Será, por tanto, la primera vez desde que Abengoa se fundara hace 75 años en que no será una empresa mayoritariamente familiar.
El poder real en el día a día lo ejercerá Santiago Seage, otro hombre de confianza de Felipe Benjumea, quien lo fichó en 2007 como director de Estrategia, luego lo colocó al frente de la filial clave de energía solar y desde el año pasado como presidente de la filial estadounidense Abengoa Yield.
La continuidad de Seage, el ascenso de Domínguez Abascal y la nula referencia a otros cambios en la cúpula, ni en la información oficial ni en el encuentro -sin preguntas- que Seage mantuvo ayer por teléfono con analistas bursátiles, es lo que abona la teoría de que Felipe se va, pero no se ausenta. El propio presidente ha enviado al menos dos misivas internas a su plantilla para explicar lo que está ocurriendo.
Lapsus
En la primera, también enviada en la madrugada del jueves 24 a toda la plantilla, resume las novedades y cambios y pide a todos el apoyo para Seage y Abascal, con quienes firma la carta. Sin embargo, mientras que Abascal sí se presentaba ya como presidente no ejecutivo, el propio Benjumea firmaba como presidente, no presidente honorario. Quizá un lapsus, quizá una muestra de lo difícil que es dejar de gestionar la empresa que le dejó su padre a él y a su hermano Javier.
En la segunda, dirigida sólo a algunos miembros de la cúpula de Abengoa, él mismo desvela que su contrato como presidente de honor abarca hasta final de 2016 y que habrá “cambios significativos en la manera de gestionar la empresa en el futuro”.
En la carta general, los tres directivos ya reconocían, a su manera, “que la inevitable falta de información sobre el proceso de ampliación de capital ha contribuido” a la incertidumbre sobre el futuro de la empresa. Pero, más allá de la política de comunicación, lo que ha hecho la banca a tenor de lo comunicado ayer es purgar Abengoa poniendo objetivos y medidas para cumplir de manera efectiva lo que Benjumea ya inició, pero de manera lenta y poco rentable desde hace cuatro años: la disminución contundente y rápida de su deuda. Los nueve mil millones de pasivo total a junio, respecto a los sólo mil millones que la empresa acumulaba cuando Benjumea asumió la presidencia única en diciembre de 2007, han acabado tumbándole al menos cara al mercado. Otra cosa será la gestión del día a día de la empresa, aunque los bancos definen la reducción de deuda como primer objetivo “clave”.
Las tres entidades han impuesto además una troika que evaluará y, tras ello, recomendará o no al consejo de administración los proyectos de inversión. Y además están auditando la empresa, en especial el área financiera, antes de aportar el dinero. Los dos nuevos consejeros independientes también vendrán de su mano. Signos todos de la nueva, y compleja, era que inicia Abengoa.