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Una saga que no concibe la vida sin el Carnaval

Pasamos un día con la familia Santander Grosso en la casa más carnavalera y conocemos cómo viven el Concurso Oficial de Agrupaciones

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Manolo Santander lleva más de treinta años saliendo en carnaval. Su casa siempre ha sido el punto de referencia de su chirigota, “la hermandad matriz”, como él la describe explicando que, al ser ellos mismos quienes se encargan del proceso de creación de sus tipos y tener un local de ensayo pequeño es el punto de almacenaje desde que empiezan a comprar telas hasta que se entregan a cada uno de los componentes días antes de cantar.

Cuando llegan los días de Navidad, y se reúnen con familiares y amigos en casa, tienen que esconderlos un poco pero el resto del tiempo “están ahí a la intemperie”. Es algo que se hace con naturalidad, parte de la tradición de esta familia carnavalera, Manolín y Palmira han crecido entre los tipos de su padre, aunque no colaboran aportando sus propias ideas porque, como dice la pequeña de la familia “suele gustarme todo lo que lleva mi padre, pero tampoco le diría nada, no me iba a hacer caso”.

Para estos hermanos lo normal es ver los tipos desde el principio por casa y no llevarlos pocos días antes de cantar, como les ocurre desde que salen en otras agrupaciones. Por eso, cuando por fin los tienen en su poder, realizan “un pase de modelos” con ellos ante la familia.


Palmira cuenta que lo primero que hizo a la mañana siguiente de haber recogido su tipo de ‘Mi gaditana’ fue “colarme en la cocina vestida de muñeca, antes de desayunar”. Ese momento puede ser de alabanzas o alguna que otra carga entre ellos, por lo que sus autores hayan elegido para disfrazarlos un año.  En el año 2012, Manolín era componente de ‘Las divinas de la muerte’ fue el punto  de las cargas de su hermana Palmira y el año pasado ambos se picaban por sus indumentarias en ‘Welcome to Cabaret’ y ‘La guayabera’. Para ellos el momento tipo es especial.

Aunque los tipos sí están presentes en casa, el repertorio que Manolo prepara para su chirigota no es tema de conversación entre ellos. “Todo lo que hablo de la chirigota lo hago en el local, ya cuando llego no tengo ese tema de carnaval con ellos”.

Confidencias
Pero sus dos hijos destacan que, sin ser conocedores de que temas trata, “vemos lo que cuesta, las vueltas que da intentando sacar adelante la chirigota, lo duro que es hacerla y el tiempo que emplea en ella”.  La chirigota es la agrupación de la casa “como en casa del Canijo o de Juan Carlos”.La chirigota de su padre tiene más incognitas para ellos antes del Falla en cuanto a repertorio, lo que sí conocen ambos hermanos son algunos detalles de la agrupación del otro, “nos encerramos en el cuarto de Manolín y nos contamos cosas, él me canta y yo le canto” y también le cuentan algunos detalles a su madre “porque él llega más tarde” (refiriéndose a su padre). Los tres coinciden en que es Meli quien más los aguanta.

Nervios
Al unísono responden a la pregunta sobre quién se pone más nervioso de ellos, pero no coincide. Las razones de ese disonancia son de peso, Manolo  se pone mucho más nervioso a la hora de actuar sus hijos que él mismo y lo explica de así “me pongo nervioso cuando no tengo las cosas controladas, con mi chirigota me he puesto nervioso estos días porque se me han descontrolado algunos temas, pero con ellos como no controlo me pongo mucho más nervioso siempre. 

Con mi chirigota una vez que está todo listo y están vestidos no hay nervios, que guste o no guste ya no está en mis manos”. A Palmira le pasa al contrario, los nervios son mayores cuando es su padre quien actúa en el Falla, “porque cuando yo voy a cantar, canto un tango o un cuplé que ha hecho Lucía, cuando canta Manolín lo ha hecho Juan Carlos, pero cuando es mi padre quien canta, es la agrupación de casa, si no gusta o si dicen algo malo es de mi padre de quien hablan”.

Manolín lleva los nervios de otra manera pero los tres coinciden en que el día que él canta hay tensión en casa, pero sí está de acuerdo con su hermana en que es el pase de preliminares de su padre el que más nervios le provoca, porque sólo ellos conocen lo que ha costado llegar a sacar esa chirigota.

Cuando los tres han pasado por las tablas la primera vez la cosa se relaja un poco, pero mientras permanezcan en el Concurso sigue habiendo nervios, por los pases del jurado, por las opiniones de la gente, no acerca de sus repertorios, sino las que se hacen de manera personal, ya que “no se puede gustar a todos ni ganar siempre y además sería muy aburrido”, es algo que Manolo intenta inculcarles a sus hijos desde siempre. Según va viendo el resto de agrupaciones, advierte a sus hijos para que no se lleven “un babuchaso”.

No lo hace de manera directa, les recuerda todo lo que han disfrutado ya, que esto es un concurso y que se puede pasar bien sin necesidad de ganar o tener un resultado brillante.

Sus hijos saben bien cuando les está protegiendo y que normalmente tiene razón, así que van asimilando que pueden no quedar tan bien como esperaban con sus agrupaciones, pero les cuesta más hacerlo con la chirigota, porque piensan que hay veces esos resultados  no son justos y que deberían haber sido mejores.

Volver a salir
Cada año, viendo como sus hijos se toman la clasificación de la chirigota, Manolo se plantea si merece la pena continuar, por suerte ellos mismos lo animan y eso hace que se vayan las dudas, porque aunque en los últimos tiempos el carnaval le esté dando más disgustos que alegrías, estos le duran poco y las alegrías y los momentos maravillosos que le ha regalado la fiesta compensan con creces esos “veinte minutos de cabreo” que confiesa puede tener tras escuchar el pase del jurado que lo deja fuera de la siguiente fase.

Esta familia vive el carnaval los 365 días del año, desde que nace la idea de la chirigota, el nombre y se comienzan los ensayos de los tres hasta que se termina el último contrato de Manolo o Manolín con sus respectivas agrupaciones. 

Pero no solo con sus tres  grupos viven el carnaval, son grandes aficionados, disfrutan de los compañeros y amigos que tienen en muchas otras agrupaciones, escuchan y ven todo lo que sus tiempos de ensayo y sus obligaciones les permiten, visitan el Teatro cada vez que pueden y los reproductores de música están llenos de carnaval.

El respeto siempre les acompaña en sus comentarios, “porque si no quiero que hablen mal de lo mío, tampoco yo lo hago de nadie”.

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