Siempre he manifestado públicamente mi condición de monárquico y de católico. No he tenido vergüenza ni problemas para defender mis creencias y mi ideología originalmente tan solo en mis poemas y posteriormente también en mis artículos.
Ahora que salta a la luz la noticia de la vacunación fuera de España de las hermanas del rey e hijas del rey emérito doña Cristina y doña Elena, creo que ha llegado el momento de posicionarse aún más, de desvelar públicamente cuál es el pensamiento real individual de cada uno de nosotros con respecto al debate Monarquía o República.
No quisiera que malinterpreten mis palabras o mis ideas cuando aparecen en poemas y es por ello que decido, desde la mayor de las libertades, expresarlo en estas líneas que hoy me sirven, como en otras muchas ocasiones, de escaparate para con aquellos que a ratos me leen y para conmigo mismo que, a veces, necesito también encontrarme en mis pensamientos dentro de su contexto.
Yo soy monárquico. Así es. Pero respeto enormemente la democracia y la libertad ideológica de cada uno. Pienso y así se lo pude expresar en una ocasión a la Casa Real, que nuestro rey Don Felipe VI, su esposa y sus hijas, son los mayores embajadores que España podría tener. Si de pronto tuviéramos una República en España, viendo el histórico de los presidentes que últimamente hemos tenido en el país, ¿cree alguien que el elegido sería lo suficientemente bueno como para representarnos a nivel exterior?
A nuestra Familia Real al menos se les ha procurado una educación y formación exquisita, costeada por el Estado Español y que debemos explotar y de la que hemos de sacar sus frutos.
Es cierto que la monarquía fue indirectamente legitimada y aprobada cuando se votó la Constitución de 1978, pero ¿cuántos españoles mayores de edad y con derecho al voto hay en la actualidad que no han podido expresar su parecer al respecto?
Diré y, aunque enoje a algunos amigos que también son monárquicos como yo, que es injusto que los españoles de la actualidad no tengamos el derecho a votar si queremos o no monarquía en nuestro país. Yo como es evidente, votaría que sí, pero creo que el hecho de poder hacerlo nos liberaría de la tan pesada carga de sentir a veces que mantenemos un sistema ilegítimo y que luchamos a contra corriente.
El verdadero problema que tenemos los monárquicos es que tenemos el enemigo en nuestra propia casa.
Lejos de aquellos que quieren acabar con la monarquía por cuestiones ideológicas o de tradición familiar, no son nuestro único problema. Nuestra verdadera complicación llega cuando es la propia familia del Rey la que se empeña en ofrecer una imagen nefasta de lo que debería ser una conducta ejemplar.
No son los republicanos, los medios de comunicación, los partidos políticos y los intelectuales progresistas los que están acabando con la Monarquía española. Es la propia monarquía o parte de esta la que no deja de poner migas de pan en el foco del conflicto. El supuesto escándalo económico del rey emérito, la actividad delictiva de su yerno o los gestos de alguna de sus nietas y de otros miembros de su familia, son las acciones que le están haciendo difícil el reinado a Su Majestad don Felipe VI, y que nos hace pensar que Su Alteza Real la Princesa de Asturias, jamás será coronada reina.
Cuestiones de este tipo no me hacen replantearme mi condición monárquica, pero si que me hacen ver que es necesario poner sobre la mesa el debate Monarquía o República y que realmente, ya no son las reivindicaciones de unos cuantos, sino que se trata de un descontento y un hartazgo generalizado. Hasta hace muy poco tiempo los dos grandes partidos políticos de nuestro país han conseguido frenar dicho debate, pero vemos como en el Congreso de los Diputados cada vez hay más partidos y escaños que tienen como uno de sus objetivos principales, terminar con la Monarquía en España.
Desgraciadamente, si se produjese un referéndum ahora mismo, puede que ésta saliese derrocada y ganase la República. Esto es lo que nos pasa por dejar las cosas para más adelante y por no haberlo realizado cuando pudimos; cuando la imagen de nuestra monarquía era la mejor posible.
Mientras tanto, seguiré esperando por si algún día nos preguntan en las urnas, poder confirmar mi deseo de que España sea un país monárquico y democrático. Y a aquellos compañeros y amigos monárquicos que se molesten por mis palabras les diré que no se puede imponer un sistema por la fuerza. Hay que convencer. Hay que cantarle las cuarentas a la familia del Rey, pedirles explicaciones y hacer que caiga sobre ellos todo el peso de la ley por las malas acciones que hayan podido llevar a cabo. Parece que no nos damos cuenta pero los pilares de nuestro sistema peligran y tenemos al enemigo en casa.
Debemos presentar la imagen que nuestra ideología merece, reconocer nuestros errores, pedir perdón, dejar que la mayoría decida, mirar hacia atrás y hacia el futuro y continuar avanzando sumando y no restando, porque si no lo hacemos, llegará el día en que no seremos más que cuatro locos nostálgicos.