Siempre he tenido la sensación de que
Adam Sandler viste en sus películas con lo primero que encuentra antes de salir de casa. También, que se siente tan cómodo en papeles cómicos como dramáticos, pese a que se empeñen en ofrecerle los primeros, que son los más rentables en taquilla.
Eso explica que en su acuerdo con
Netflix -parecido al de las estrellas de la música obligadas a grabar un número determinado de discos con la compañía que adquiere sus derechos en exclusiva-, se haya reservado a partes iguales casi el mismo número de comedias que de dramas, con la peculiaridad de que entre estas últimas se encuentran algunos de sus mejores trabajos de la última década, caso de la curiosa y correcta
Sandy Wexler, la excelente
Diamantes en bruto y, ahora,
Garra, que él mismo coproduce junto a
Lebron James y ambientada en el mundo del baloncesto profesional.
Se llama así como se podría haber llamado
For the love of the game, pero ese título ya lo utilizó
Sam Raimi para otra muy buena película ambientada, en este caso, en el baseball. En el fondo es lo que destila, un enorme amor por el basket, utilizado aquí como protagonista principal para una historia de redención y sueños por conquistar por parte de un ojeador de la
NBA y un joven aspirante al draft, el español
Juancho Hernangómez, que, pese a sus limitaciones interpretativas, nos tiene de su lado y compensa su falta de naturalidad con su entrega en las secuencias sobre la cancha.
Dirigida por el desconocido
Jeremiah Zagar -es su segundo largo-, la película es perfectamente previsible desde el inicio, e incluso abusa de numerosos clichés, tanto dramáticos como interpretativos -el jefe arrogante e ignorante (el habitual “malo de la película”
Ben Foster), la madre abandonada (una pésima
María Botto: culpa también del guion), el rival desafiante que pone a prueba las debilidades del protagonista-, pero sin que ello influya en una pérdida de atractivo sobre la que prevalece su sentido de la sinceridad a través de la historia de superación que pretende narrarnos de una forma más humanizada de lo habitual en este tipo de títulos de trasfondo deportivo y al que tanto se ha habituado Hollywood.
Entretenida y plagada de guiños a los seguidores, actuales e históricos, de la mejor liga de baloncesto del mundo,
Garra es también la necesaria y puntual reconciliación con ese insulso actor cómico que se crece cuando se pone serio, aunque vista igual de mal.