En 2010,
George Sauders publicó en la prestigiosa
The New Yorker un pequeño relato que llevaba por título
Escape From Spiderhead (Fuga de Spiderhead). La propia editora, convertida ahora a productora cinematográfica junto a
Netflix, lo ha convertido en película a partir de la adaptación realizada por la pareja de guionistas formada por
Rhett Reese y Paul Wernick (Zombieland, Deadpool) y con la dirección del revalorizado
Joseph Kosinski, responsable de la nueva entrega de Top Gun.
Protagonizada por
Chris Hemsworth -también ejerce de productor ejecutivo-,
Miles Teller y Jurnee Smollett, la cinta está ambientada en una isla apartada que ha sido reconvertida en prisión alternativa para presidiarios a los que se les ofrece la oportunidad de someterse a experimentos médicos para acortar su sentencia. En realidad no participan como cobayas de ninguna cura, sino que participan en diferentes pruebas en las que les suministran varios tipos de drogas para estudiar sus reacciones físicas y emocionales. Así, hasta que uno de los convictos empieza a cuestionar la validez científica de los experimentos.
Bajo una muy buen cuidada dirección artística, que convierte a la propia prisión en un protagonista más de la historia, Spiderhead cae pronto en lo rutinario y en lo previsible, sostenida en todo caso por las buenas interpretaciones de su trío protagonista, con un entregado Chris Hemsworth, capaz de transmitir buen rollo y cinismo en dosis tan exactas como las de las cápsulas con las que droga a sus invitados, y un tipo solvente pero con mucho aún por pulir como Miles Teller, el inolvidable Andrew Neiman de
Whiplash, a los que se suma en un plano secundario la convincente Jurnee Smollett.
La historia de fondo pretende plantear dilemas morales relacionados con el libre albedrío y, definitivamente, con el autoperdón, sometidos todos los personajes al peso de una culpa que resulta insoportable para cada uno de ellos por diferentes motivos. Sin embargo, tan comprometida estructura narrativa apenas luce en el desarrollo de una trama en la que todo resulta predecible y anodino, sin alma o sin el sustento necesario como para cautivar o diferenciarse de cualquier otro thriller de temporada. Entretiene, se ve, Hemsworth está muy convincente, hay algún giro interesante, buena planificación de escenas, pero todo bajo un evidente halo de intrascendencia.