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'Libertad'. Centauros de sierra y llanos

Tras la estupenda ‘Gigantes’, Enrique Urbizu repite historia de violencia con ‘Libertad’: la vida de los bandoleros bajo los cánones del western

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Desde Todo por la pasta, Enrique Urbizu se ha convertido en uno de los grandes renovadores del thriller en nuestro país. ¿Recuerdan cuando la gente se quejaba de que el cine español era incapaz de hacer películas de acción como las de Hollywood? Pues Urbizu, entre otros, fue el encargado de convencernos de lo contrario con títulos tan solventes como La caja 507 y No habrá paz para los malvados.

Retirado del cine desde hace una década -también por motivos de salud-, en 2018 aplicó su narrativa cinematográfica al mundo de las series con la excelente Gigantes, en la que sumó como guionista a Miguel Barros a su habitual Michel Gaztambide. Ambos son los autores asimismo de Libertad, su nueva incursión audiovisual -en formato película y serie- de la mano de Movistar, y en la que aborda una historia de bandoleros bajo los cánones del western, pero también desde una solemnidad dramática con cierta épica teatral y hábil en su empeño por encontrar analogías entre sus personajes y los primeros años del siglo XIX con el presente: la protagonista, Lucía La Llanera (Bebe), es una feminista militante; El Aceituno (Isak Ferriz) no oculta su homosexualidad; y El Lagartijo (Xabier Deive) encarna al macho alfa de costumbres y conductas arraigadas.

Frente a ellos, una España a punto de caer rendida a los encantos de Napoleón, mientras los ecos de las revoluciones francesa y americana no dejan de ser la infructuosa aspiración de una minoría tan cultivada como decepcionada.

Libertad retrata esa aspiración y esa frustración a través de un triángulo protagonista en fuga constante y en medio de una persecución que es la suya propia, como fueras de la ley, mientras ellos persiguen sus propios planes bajo el afán de “campo y libertad”, como una búsqueda -aquí ellos son the searchers, centauros de sierra y llanos- que cada uno concibe según sus intereses.

Urbizu retrata con pulso y dominio del encuadre toda la historia, y dota de la suficiente profundidad y matices a sus personajes principales, incluido el narrador británico -el encargado de imprimir ¿la leyenda antes que la realidad?-, como para ir atrapando al espectador sin caer en el tópico entre buenos y malos; y sin embargo hay algo que no termina de funcionar, tal vez la artificiosa sabiduría vital que emanan estos bandoleros, su huida sin rumbo fijo, su a veces vaguedad argumental, ese plano final. Es, sin duda, una serie muy bien envuelta, ambiciosa, pero no memorable. 

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