Tras largos
días de angustia, desesperación y necesidad de ayuda urgente, Carlos Molina ha logrado cruzar la frontera de Ucrania. En las últimas horas,
el jugador de balonmano cordobés pisó suelo polaco. Y para lograrlo ha tenido que vivir una odisea que empezó el miércoles de la pasada semana y que se ha resuelto dejando atrás la amenaza constante de los disparos y las bombas.
Para exponer su situación diaria,
el deportista empleó la red social Twitter para reclamar ayuda desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania. El ataque le sorprendió en
Kiev, ciudad que abandonaron inmediatamente en autobús no exentos de carreteras atascadas, escasez de bienes, ventiscas y bajo temperaturas muy gélidas.
Conforme avanzaban las jornadas
todo se complicaba para Carlos Molina. El domingo,
en once horas recorrieron sólo ocho kilómetros y medio. Pero todo cambió gracias a la aparición de la Embajada de Lituania, que facilitó una vía a la expedición del
Motor Zaporiyia, equipo en el que milita, para posicionarse a cinco kilómetros de la frontera.
Afortunadamente,
Carlos Molina, su familia y sus amigos respiran aliviados al ver una imagen suya en un hotel de la ciudad polaca de Kielce, cuyo club de balonmano ha ofrecido todas las facilidades posibles al jugador andaluz, que muy pronto aterrizará en Barcelona tras haberle proporcionado un billete de avión para volar a nuestro país.
Carlos Molina ya está lejos del terror, pero la experiencia vivida no se le olvidará jamás.