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Curioso Empedernido

Sustos y espantos

En esos vaivenes de nuestras existencias, debemos darle a cada cosa y a cada cual su sitio, y no hacer una guerra de una insignificancia

Uno de los motores que mueven el mundo es el miedo en sus distintos niveles y grados. A veces es un pequeño sobresalto, otras un espanto que nos provoca horror y pánico. Pero créanme, no voy a sorprenderles con un relato que les infunda terror sino  que permítanme algunas reflexiones en el movimiento pendular y diario en el que nos movemos entre rarezas y aberraciones, asombros y admiraciones, maravillas y vulgaridades.

En esos vaivenes de nuestras existencias, debemos darle a cada cosa y a cada cual su sitio, y no hacer una guerra de una insignificancia, ni convertir en prodigios y portentos a seres normales y corrientes, aunque busquemos siempre los aplausos y huyamos de los abucheos.

Las personas que nos quieren ahuyentan de nuestro lado los sustos, los miedos y los temores, y nos traen mucho amor en cada gesto, porque nos muestran su afecto Hemos de poner en valor todas nuestras habilidades y capacidades, nadie lo hará por nosotros y debemos reflexionar para sacarle partido a todo lo que llevamos dentro.

En medio de las costumbres y tradiciones que nos van dando entidad a nuestra personalidad, sin amarrase a sustos y espantos, es mejor seguir nuestras intuiciones que hacer caso de las opiniones y consejos de algunas gentes, que no buscan nada bueno y positivo para nosotros, solo ruidos, rechazos y reprobaciones.

Ni los pavores ni las alarmas, nos pueden llevar a un estado sin pausa de tensiones, crispaciones y broncas, donde no tenga lugar diálogo posible y solo se siembre una desconfianza entre la gente que nos lleve a una atmósfera de hartazgo irrespirable.

Cuando estamos ante un grave problema, lejos de conmociones y angustias, quejas y planteamientos chantajistas y sin sentido, es mejor optimizar nuestras fuerzas y estar unidos, pero no a la fuerza. Sin embargo si pretendemos la unidad por obligación, casi siempre suele terminar en desacuerdos, y los debates en peleas, y las afirmaciones en negaciones, las creencias de los propios en trincheras de los enemigos, en lugar  de la mesa de diálogo para los adversarios.

En ocasiones, si cumplimos lo que deseamos, volvemos a pensar lo que se ha cumplido, para observar cuál es el efecto que nos produce, y por lo que pueda ocurrir, procuramos no repetir para no caer en la rutina y hacer de cada instante, unos momentos de renovación, en los que por mucho que nos miremos al espejo no nos terminamos de reconocer.

Entre la agitación y la calma, debemos saber hacer de la necesidad virtud y procurar adaptarnos a las circunstancias, sin tener que soportar efectos secundarios ni sustos ni espantos innecesarios. En medio del escándalo es casi imposible hacer razonamientos y no dejarnos atenazar por los miedosos caer en los odios como sentimientos, los insultos como comunicación y la provocación como estrategia.

Si nos entrenamos, en diálogos, pactos y coaliciones, daremos un paso más y tendremos un peligro menos en el camino. Hacer predicciones no es fácil envueltos en gritos y tormentas, con malos rollos y distanciamientos, irresponsabilidades  e insensateces.

Los fracasos, a veces, evidencian nuestras debilidades, y los éxitos nuestras fortalezas. Nos planteamos dejar de hacer algo que ya no nos da ninguna satisfacción y procuramos seriamente algunos cambios que nos hagan crecer asumiendo los sustos que nos da la vida, y superando los espantos que nos provocan algunos sujetos, instalados más en las falsedades que en las autenticidades.

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