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El Loco de la salina

Está de moda

Pues bien, el peor enemigo de esa Constitución que ahora celebramos, fue precisamente el veleta Fernando VII que puso todo su empeño en cargársela.

Publicado: 26/09/2021 ·
22:39
· Actualizado: 26/09/2021 · 22:39
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Definitivamente hay gente volada, desquiciada y poco centrada. Así, tal como suena. Ahora está de rabiosa actualidad cambiar el nombre de calles, de personas y de cualquier cosa que se mueva en la dirección no deseada por los que mandan de momento. A los locos nos da la impresión de que los transformadores de nombres son políticos que quieren pasar a la posteridad como sea. Parece que mueren por que en sus lápidas conste la proeza de haber sustituido nombres a manojitos. Pero es evidente que en sus lápidas, quitando que no te olvidamos, caben muy poquitas cosas más. Ya nos cambiaron el nombre del manicomio por el de Centro de salud mental o algo por el estilo, y sin embargo, cuando me dan permiso para salir del manicomio, yo paro en la Plaza de la Ladrillera y a ningún político se le ocurre subirme de nivel y pasarme del ladrillo al azulejo.

Digo todo esto, porque en esa fiebre que ha entrado por encontrar fascistas y gente de nombres sospechosos por estar en el otro bando, no se están teniendo en cuenta cambios cantados, lógicos y claros como el puchero de un mendigo. A estos señores políticos se les van las mejores. Y me refiero concretamente al nombre de nuestra ciudad. Ahora lo tienen a huevo, porque está de moda. Este pueblo grande, sin comerlo ni beberlo, recibió allá por 1813 el nombre de San Fernando que sustituyó al que durante muchísimo tiempo fue Villa de la Real Isla de León. Así, sin anestesia, por la misma cara. Y el cambio lo seguimos padeciendo. Hoy nos preguntamos a quién se le ocurrió semejante atropello; se cubrió de gloria para la posteridad. Porque aquello se hizo en honor de Fernando VII, uno de los reyes más nefastos que sufrió esta España que va a acabar con nuestra paciencia. NI ese rey Fernando mereció tal honor por lo impresentable que fue, ni el santo tuvo nada que ver en esa cochambrosa historia.

Hoy nos encontramos con que en esta tierra hay dos clases de personas: los que son de San Fernando, y los que son de La Isla. Es igual, pero no es lo mismo. Parece que hay poca diferencia, pero la hay. Según decimos los locos, la gente de San Fernando son los que, o bien llegaron aquí y se asentaron, o bien los que desconocen que les colaron a Fernandito, ya no como asesor pagado a precio de oro, sino como personaje digno de un nombre tan desprestigiado como repelente. A cambio, los de La Isla son los que sienten las cosas de aquí, conocen algo de su historia y por ello no están de acuerdo en que su cuna tenga relación alguna con aquel rey tan bochornoso. Por eso no se dice, por ejemplo, Camarón de San Fernando, sino Camarón de La Isla.

Sin embargo, estando ahora tan de moda cambiar los nombres, aquí parece que no hay lo que tiene que haber para meterle mano al tema. Ha salido IU proponiendo el cambio de San Fernando por otro que no nos dé vergüenza a los que sabemos las continuas traiciones del rey Fernando VII. Y lleva razón IU. Todos los años se celebra en La Isla la conmemoración del nacimiento de la Constitución de 1812 como un acontecimiento histórico y que nos llena de orgullo. Pues bien, el peor enemigo de esa Constitución que ahora celebramos, fue precisamente el veleta Fernando VII que puso todo su empeño en cargársela. Y encima le ponemos a nuestra ciudad su nombre. Los locos no podemos entenderlo. ¿Somos tontos? Desde luego lo parece. O masoquistas.  

 

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