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El pobrecito hablador

Democracia vaginal

Unos comprendimos desde pequeño la valía de la recompensa por el esfuerzo, dejándonos las pestañas entre libros, apuntes y muchas noches en vela

Tranquilos, no disertaré sobre las bondades de la depilación brasileña con reminiscencias hitlerianas ni sobre las distintas morfologías que podemos encontrar a nuestro alrededor. En realidad, me preocupa más su funcionalidad, en su faceta de órgano reproductor.

Porque parece que algunas de ellas tienen un carácter mágico, como acariciadas por la varita de Harry Potter, y dan a luz a personas tocadas por los astros, seres humanos que, a pesar de venir a este valle de lágrimas por el mismo conducto, tienen vidas muy distintas, y mientras a unos nos reciben con dos tortas en el trasero, a otros se les da la bienvenida con genuflexiones y carnets de barra libre.

Unos comprendimos desde pequeño la valía de la recompensa por el esfuerzo, dejándonos las pestañas entre libros, apuntes y muchas noches en vela. Aprendimos que si estudias, podrías alcanzar tus sueños, crecer como persona y dedicarte a todo lo que quisieras: científico en USA, médico en

Inglaterra, ingeniero removedor de freidoras en España. Otros, sin embargo, nacen tocados por un halo sobrenatural, poseedores de un DNI del tamaño de una pizza familiar para contener tanto nombre y apellido, y cuya única lección vital es que lo que no consigue la fuerza de la voluntad lo logran cinco cifras en un talón. O seis. Será por dinero. Ajeno, por supuesto.

Lo que para todos es ley, para otros es poco más que un slogan publicitario; mientras tú sentirías todo el peso del código civil ante un juez por robar unas manzanas podridas de un cubo de basura, otros exhiben su desmemoria y su falta de escrúpulos con tal frescura que hacen de la vergüenza ajena un mal menor.

Algunos tuvieron el infortunio de cruzarse un día con una mano asesina que segó su vida, una mano escondida tras unos falsos ideales que sólo ocultan un espíritu homicida. Pero incluso pare ellos, la otra vida les ofrece distintos derechos. Mientras unos merecen homenajes, pancartas y fundaciones, otros han de sufrir la ignominia de la indiferencia y el olvido. Unos son recordados con placas y monumentos, otros son borrados con asfalto, arcén y cuneta.

Creo firmemente en la democracia, sobre todo en la ginecológica, pues ninguna vagina es mejor o peor que otra. Si no, esto será el coño de la Bernarda.

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