Cuando tengas estas páginas en tus manos, estaremos inmersos en plena Semana Santa, días de incienso, apretruras, bullas, limones cascaruos y barroco andaluz elevado a su máxima expresión.
Otro año más, me invadirá la duda de si lo que no es más que una profesión de fe en la calle, se está convirtiendo en un espectáculo turístico, alejándose cada vez más de sus raíces. Seguiré viendo esas presidencias guadianeras, paradigmas del postureo vestido de traje; continuaré sorprendiéndome de la contradicción desfilante de rifles haciendo honores a quien traía la paz, de himnos que hablan de muerte, cantado a metros de quien no profesaba más que amor al prójimo.
Serán días plenos de emoción, en los que los que hasta hace poco pedían venganza y sangre, mirarán a los ojos al Perdón, días en las que los políticos de turno intentarán tañer todas y cada una de las campanas que les queden a mano, y si hace falta, hasta las que anuncian las propinas en los bares. Veremos a los que tapan mentiras, justifican el robo, menosprecian a la mujer y a los ancianos, caminar, sin sonrojo, al lado de quien promulgaba la igualdad, la justicia y la verdad.
Volveré a ver esas largas colas de penitentes de un día al año, y se repetirán las absurdas polémicas de lo que es tradición y malagueñismo peñista frente a los que se tilda de poco menos que traidores, como si el buen gusto y la estética tuviera fronteras. De nuevo, las saetas atronarán con un despliegue de medios más cercano a un concierto de los Rolling Stones que a lo que no es más que una oración cantada, que no necesita de micros o altavoces para llegar a los oídos de a quien va dirigida.
Otro año más, elegiré las calles estrechas, donde el incienso lo inunda todo y el silencio es atronador, roto solo por la voz grave del capataz y el rozar de los zapatos contra el suelo. Acompañaré con la mirada a mis amigos, hermanos cofrades, en su esfuerzo, trabajando bajo un varal. Y como antaño mi abuelo, mis tíos, mi padre, me pondré en la piel de Simón de Cirene, y aunque sea por unos metros, acompañaré a aquel de la túnica morada. Porque sólo un andaluz puede ser rojo, republicano y cofrade.