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El pobrecito hablador

Ciudad sin modelo

Málaga es una ciudad sin modelo, una capital centrada en una calle, una urbe condensada entre dos aceras. Si sales de ahí, no hay más

Publicado: 14/06/2018 ·
19:26
· Actualizado: 14/06/2018 · 19:29
  • La Farola en el horizonte. -
Autor

Francisco Palacios

Palacios es matemático y programador. Publicó su único libro hace ya unos años y sigue siendo el autor más leído de su calle

El pobrecito hablador

Escribo sobre lo que me gusta, pero sobre todo sobre lo que me disgusta, como un grito desesperado para no ganarme una úlcera

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El skyline de una ciudad es su huella digital, lo que queda en la impronta de todos los que pisan sus calles, grabado para siempre en la memoria. Y la nuestra tiene el suyo, extraño, peculiar, pero único e inigualable. Porque no hay ciudad del mundo en el que su faro sea mujer, en el que su catedral tenga el perfil de un niño al que le falta un diente.

 

Pues resulta que querer conservar esa huella es de paletos, de retrógrados, de gente que sólo mira al pasado. Que lo que se lleva son los rascacielos,  lo que mola son esos enormes edificios de cristal y acero, unos brackets resultones en una boca impoluta. Y ahí andan, vendiéndonos la moto de la generación de empleo para retorcer el urbanismo malacitano y justificar recalificaciones urbanísticas.

 

Málaga es una ciudad sin modelo, una capital centrada en una calle, una urbe condensada entre dos aceras. Si sales de ahí, no hay más. Su único futuro es la de convertirse en una nueva Barcelona. Pero ojo, no en esa Barcelona cultural, industrial, artística, moderna, avanzada y deslumbrante. No. Seremos la nueva Barcelona de la turistificación, de los pisos para extranjeros, de las tiendas de souvenirs y restaurantes para guiris.

Tanto cráneo dando sombra en el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía, y tan poca neurona capaz de idear un modelo de ciudad sostenible, que no le dé la espalda a un Parque Tecnológico que podría superar al Silicon Valley y al que no llega ni el metro ni el cercanías. Una ciudad que aboga por los rascacielos y permite que los edificios del centro mueran de abandono y dejadez. Una ciudad que basa su imagen en calle Larios, mientras que en cualquier barrio puedes dejarte los zapatos pegados a la acera. Sin parques, sin zonas verdes, pero con mucha zona azul. Un paraíso para los visitantes, un parque temático para el extranjero, una bandeja y un mandil para el malagueño.

 

Déjense de rascacielos, de los que no sabemos ni para qué ni para quién, pero de los que sabemos para quien no. Olvídense de convertirnos en fotocopias malas y borrosas, borren sus ideas de hoteles de cinco estrellas que luego se convierten en estrellados y que acabaremos pagando los de siempre. Justifiquen sus sueldos e ideen un futuro para Málaga, que en su escudo reza Muy Hospitalaria, pero no Muy Gilipollas.

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