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España

La inestabilidad de Rajoy

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A Mariano Rajoy se le vuelven a subir a la chepa sus muchachos, sobre todo la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, pero también, y eso es lo más raro, Javier Arenas, hombre de su presunta confianza, y también la secretaria general, en el tema de la política antiterrorista. Qué mal se tienen que ver los peperos para reincidir en una burrada tan descomunal como es eso de decir que el Gobierno está negociando otra vez con ETA o que se dispone a hacerlo inmediatamente. Como suelen hacer, semejantes afirmaciones carecen de la más mínima base y del más ínfimo fundamento, por lo que suponen una deslealtad absoluta, aparte de posibles roces con el Código Penal, apartado de calumnias o similares. En julio Zapatero y Rajoy hicieron oficial un nuevo pacto antiterrorista que excluye terminantemente eso de la negociación, y desde luego si se produjera de modo unilateral por el Gobierno, sin el acuerdo del PP. Las respuestas del Gobierno PSOE a esas añagazas han sido de nuevo blanditas, no sé muy bien por qué.  

Pudiera ser porque tales burradas no han sido asumidas por Rajoy, que se limita a mostrar su satisfacción por el sesgo de la política antiterrorista y por la extraordinaria eficacia de las fuerzas de seguridad en la lucha contra ETA. Los otros dan la impresión de que tan exitosa política tiene unos efectos que han de ser rebajados de cualquier modo, sea como sea. Y en lugar de reconocer los éxitos policiales y del Gobierno, se dedican a desenterrar algunas de las atrocidades, no todas, hay que decir para ser honestos, que adornaron su tarea de oposición durante toda la primera legislatura de Zapatero. El problema es que la estabilidad de Rajoy dentro de su partido es bastante precaria, tras su congreso de la primavera, que se cerró con las espadas en alto, a la espera de lo que vaya sucediendo en las elecciones a celebrar antes de las generales de 2012. Eso y el empecinamiento con hacer saltar a Pedro Castro de la presidencia de la FEMP sin antes hacer saltar a Fraga de sus sillones por unas palabras infinitamente más graves.

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