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Chantajes

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Los llamamientos de Rajoy, incitando a sus compañeros de filas a tener altura de miras, llegan tarde; cuando la guerra de los dossieres se haya en pleno apogeo y las filtraciones de datos comprometedores de unos y otros hacen presagiar que esta historia va a acabar como el rosario de la aurora.

Porque, detrás de este espionaje generalizado, lo que empieza a aflorar son contratos, recalificaciones, amiguismo y mucho dinero de inversión pública. Datos que, en poder de un enemigo político (incluso del mismo partido), tienen pillado por donde ustedes se imaginan al político espiado.


¿Se hizo todo este sucio montaje en el curso de la guerra interna del PP? ¿Pretendían fijar las fidelidades a uno y otro bando en los que se dividió el principal partido de la oposición? ¿Pretendían, en última instancia, chantajear? Porque lo que sí parece evidente es que los espionajes no se hicieron con el loable ánimo de descubrir corruptelas para limpiar la vida política madrileña y denunciar ante el juez contratas irregulares, si es que la hubo.
Lo cierto es que, en estos momentos, los candidatos vascos y gallegos de los populares no ocultan su indignación por este nuevo capítulo de navajazos internos que ha hecho pasar a un tercer plano sus aspiraciones electorales. Y dentro de la actual dirección, donde las relaciones personales no son lo fluidas que deberían ser, las acusaciones contra Cospedal crecen de tono. Ahora se le acusa de ser demasiado amiga de Ignacio González como para investigarle.

Esperanza Aguirre pasa del victimismo a la amenaza intentando parar la investigación interna. Soraya Sáinz de Santamaría hace ver que esto no va con ella. Javier Arenas se ha recluido en Andalucía y hace mutis por el foro y el candidato Mayor Oreja, uno de los perjudicados por este nuevo episodio de la guerra interminable, calla porque Esperanza es de los suyos, de los opositores al líder de la oposición.

Los votantes perdonan con mucha dificultad las disensiones internas de los partidos y a los líderes que son incapaces de poner orden en una guerra interna. Dato lógico por otra parte, ya que si un dirigente no puede poner orden en su propia casa mal podrá dirigir un país.

Así que mal le van a ir las cosas a Rajoy y a Esperanza (por mucho que ésta clame “van a por mí”), e incluso al alcalde de Madrid, otro de los tapados de esta historia. Pero, antes de que entre todos consigan desgarrar definitivamente un partido que obtuvo más de diez millones de votos en las últimas elecciones, los madrileños quieren saber si es verdad que el Gobierno de Aguirre adjudicó contratos y subvenciones a la socia de la mujer del vicepresidente Ignacio González por importe de más de dos millones de euros para una fundación de ayuda a minusválidos psíquicos. O si son ciertos los contratos millonarios con el empresario que acompañó a González en su viaje a Johannesburgo; un viaje privado, que sólo en billetes costó ocho mil euros, y que el vicepresidente dice haber pagado en efectivo y de su bolsillo. Hay demasiadas cosas que aclarar en este turbio asunto.

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