La victoria de Barak Obama en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos no sólo va a ser histórica...
La victoria de Barak Obama en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos no sólo va a ser histórica porque será la primera vez que un afroamericano logra llegar a la Casa Blanca, sino porque su triunfo va a representar el principio --otra cosa será ver cómo acaba-- de un cambio político y de una nueva era que ponga fin a un ciclo marcado por un George Bush que pasará a la historia como uno de los presidentes más denostados en todo el mundo por su apuesta por la violencia, el aislamiento de su país y, finalmente, por sentar las bases de una crisis económica de consecuencias mundiales que aún tardará en poder solventarse. Y para poner fin a este estilo de hacer política es por lo que los norteamericanos han apoyado masivamente a un candidato que ha conseguido no sólo representar el cambio que todo el país, e indirectamente todo el mundo, venía reclamando, sino el espíritu de renovación política y generacional que debe marcar este inicio del siglo XXI, hasta el punto de que en el tramo final de estas elecciones lo de menos era el color de su piel y sí lo que venía a representar de transformación de la considerada como primera potencia del mundo.
Y precisamente por este espíritu de cambio no sólo ha logrado ganar con una holgura que nadie daba por sentada de antemano en estas elecciones, sino que ha impulsado detrás de él a todos los candidatos al Congreso y el Senado estadounidense hasta asentar una mayoría que hacía mucho tiempo que no conseguían los demócratas en ese país, porque los comicios de ayer representan en todos los sentidos el punto y final al republicanismo más conservador y radical y a una forma de hacer política que sólo ha significado el rechazo mundial.
Pero conviene no olvidar que los motivos de una victoria electoral finalizan cuando se cierran las urnas y que, a partir de ahora, lo importante es saber si toda esta escenificación de cambio se va a convertir en una realidad o, cuanto menos, en parte de esa realidad que mucha gente ha querido ver detrás de la figura de Obama, porque una cosa es vender una imagen y otra, muy distinta, que luego su labor de Gobierno o las circunstancias de cada momento permitan llevar a cabo una gestión como la que se espera de él. Y aunque no será hasta primeros de enero cuando asuma el poder de los Estados Unidos, por delante va a tener suficientes problemas (crisis económica, la guerra de Irak y Afganistán, el enfrentamiento con todo el mundo árabe, y un largo etcétera) como para demostrar si es realmente la persona preparada para sacar adelante estos retos o, si por el contrario, se va a dejar llevar por la influencia de una sociedad norteamericana que nunca ve más allá de sus fronteras y que no está acostumbrada a cambios radicales.
Ese es el reto que tiene Barak Obama por delante pero al que llega en una posición de fuerza y de prestigio, ya que si algo ha sido claro en estas elecciones presidenciales es que el joven senador de Chicago ha conseguido unir a un pueblo y a medio mundo con un concepto de cambio que debe sentar las bases de la política de este siglo.