Nada nuevo bajo el sol. Porque eso es lo que nos espera: un calor de justicia que ha sido habitual para generaciones y generaciones de malagueños, pero que ahora, como consecuencia directa, dicen los expertos, del calentamiento global, va a convertirse en un elemento amenazante que, además de freírnos desde finales de abril hasta que termine noviembre, generará fenómenos extremos como sequías, huracanes o temporales con fuertes lluvias. Y ese es el panorama. Eso es lo que nos espera. La principal preocupación es cómo dar de beber ya no solo a quienes aquí viven, sino a los turistas que nos visitan cada verano. Hay poblaciones del litoral malagueño que duplican y triplican su censo durante la época estival. También es complejo solventar el problema del agua de riego para nuestros agricultores. La Axarquía depende del subtropical; pero se ha consumido tanto territorio con las plantaciones de aguacate que ahora que el pantano de la Viñuela está seco es casi heroico pensar que se van a poder mantener esas hectáreas y el ritmo de producción actual. Ya no es que se nos pida un cambio de hábitos, sino que a la agresividad climática hay que aceptarla y convivir con ella lo mejor que se pueda. Pero, como siempre, no nos hemos preparado: las obras hídricas que podrían haber aliviado algo la situación no han llegado, el saneamiento integral de la Costa del Sol sigue siendo la cantinela de cada verano, las desaladoras, habituales en Canarias, aquí brillan por su ausencia salvo dos o tres ejemplos, y ahora que la sequía amenaza con cargarse el crecimiento económico nos acordamos de San Pedro, aunque no truene. Este es el nuevo escenario al que vamos a tener que hacer frente, similar, por cierto, al del resto de países ribereños en el Mediterráneo: Almería ya nos avanzaba cómo la desertificación engulle paisajes y en Doñana, ya ven, tenemos a dos gobiernos enfrentados por una ley que ha tumbado Bruselas. Parece mentira que algo tan básico como eso, en lo que nos jugamos el futuro, no suscite consensos básicos entre los principales partidos del país. El cambio climático es ya un asunto de Estado, aunque aquí siempre apliquemos la misma táctica: mirar al tendido a ver si los problemas se resuelven solos. Tendría que ser obligatorio que en los comicios que van a celebrarse en los próximos años, empezando por el 28M, cada formación política se retrate en estos asuntos y los ciudadanos, una vez adquiramos conciencia de a qué nos enfrentamos, comencemos a comportarnos a la altura del reto que tenemos por delante. Ya no se trata de un problema que amenace nuestra economía, que también, sino que ha puesto en jaque nuestra supervivencia.
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Porque eso es lo que nos espera: un calor de justicia que ha sido habitual para generaciones y generaciones de malagueños
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En mis columnas hablo de la Málaga que fue, de la que es y, a veces, de la que será
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