Si nos pareció milagroso tener una conversación escrita en los bocadillos de la pantalla, mucho más lo fue vernos las caras, charlar o asistir a una clase como si estuviéramos en una mesa redonda. Pero esto ya es historia entre los mortales y un segundo en la Tecnología Cibernética, el olimpo donde se controlan los sistemas complejos, ya sean seres vivos, sociedades o máquinas.
La definición se extiende unos renglones más, sin embargo, nos aterra la efimeridad, el paso del tiempo dejando antiguos los programas que el usuario se ve obligado a cambiar cuando apenas se acostumbra al instalado. Y ahora nos sale la Inteligencia Artificial para dejarnos maravillados no por la definición, sino por cuanto abarca, provocando desconfianza elevada al grado sumo.
Alabamos y celebramos las mentes brillantes que trabajaron en este proyecto iniciado, se dice, durante la Segunda Guerra Mundial. Los primeros años de estos setenta y cinco habrán sido lentos, con la seguridad pisando los talones de la propia evolución, con el silencio débilmente quebrado por la percusión en un teclado y la mirada atenta de unos ojoseruditos, inquietos y estudiantes.
El presente es tan rápido como un rayo luz y asusta la prontitud. Hay tanta información a cerca de este campo de la ciencia que desinforma y confunde y, sin embargo, motiva nuestra curiosidad. Por ello, no extraña echar la mano para los Carnavales de Cádiz de este 2025, en concreto para el cartel. La polémica se sirvió sin pedirla porque se esperaba, como en todos los certámenes convocados de hace un par de años a estas fechas. Pero el recelo no se quedará entre los colorines de la serpentina, la alegría de los papelillos o el misterio de la mirada vacía y la boca prominente de las máscaras que parecen encubrir y al mismo tiempo motivar la duda. Se impone, por tanto, actualizar las bases, contemplando no permitir el uso de Inteligencia Artificial. De momento se puede detectar aunque sea difícil, pero dentro de unos meses no la reconoce ni quien la inventó.
Hace nada preocupaba el plagio, poder diferenciarlo del intertexto literario o pictórico, de la influencia de la obra de un autor sobre otro anónimo al presentar su trabajo a un concurso. Hoy leemos artículos, por ejemplo, con fallos ortográficos o sintácticos fácilmente atribuibles a erratas, sin embargo, la incertidumbre nos pregunta si realmente lo son.
Confiemos que en los Carnavales de Cádiz la Inteligencia Artificial se emplee para interpretar gaditanamente lo que cantan, cuentan o critican las agrupaciones. Si don Hilarión levantara la cabeza, la volvería a recostar.