Si la ciudad de Madrid (3,2 millones de habitantes) se quedase en 1,6 habitantes en 18 años sería un drama en todos los sentidos que no tendría recuperación posible, con lo que es fácil de entender lo que sufre un pueblo de Huelva que en ese lapso ha pasado de 600 a 300 habitantes, por mor de un incendio que en 2014 arrasó sus campos y sus perspectivas de futuro.
En realidad, el incendio que se inició el 27 de julio de 2004 y fue sofocado el 4 de agosto siguiente afectó a casi 28.000 hectáreas de terreno en trece pueblos de Huelva y Sevilla, pero en Berrocal se llevó por delante buena parte de los campos del pueblo.
Con las llamas se fueron los alcornoques, los que dotaban de vida y corcho a su cooperativa, que hoy día mueve unos 1.000 quintales de este producto, muy lejos de los 10.000 que movió la última campaña antes de aquel verano.
Se conoce como “El incendio de Riotinto”, por estar en esta localidad el punto de inicio de las llamas, y por ser un municipio en el que se centraron muchos trabajos de reforestación, con casi 78 millones de euros de inversión, que, visto lo visto, no parecen haber tenido el efecto que se deseaba.
De aquel infierno, que mató a un matrimonio que no pudo salir a tiempo de su furgoneta cuando vieron venir las llamas, nació la plataforma ‘Fuegos Nunca Más’, cuyo portavoz es el histórico líder ecologista Juan Romero, natural del mismo Berrocal y uno de los poco más de 300 que siguen en el pueblo.
Algunas de las alternativas que se plantearon para salir adelante, como un centro de interpretación y de turismo rural, fue inaugurado pero nunca abierto y sus cristales rotos dan fe de la poca utilidad que ha tenido a lo largo del tiempo.
Juan Romero cuenta a EFE que lo que el incendio se comió fue un bosque centenario, que tardarán cien años en recuperar, aunque en los campos del pueblo hay lentiscos, acebuches y alcornoques que han brotado por sí mismos, “porque son muy resistentes, e incluso las jaras han vuelto a recuperar el territorio, tras empezar a brotar después de un año, con o sin intervención humana”.
Para el portavoz de la plataforma, se realizó un “despilfarro” en la inversión que se hizo con los 350 pequeños propietarios a los que se ofreció reforestar sus tierras, “porque no hubo una continuidad en los trabajos de reposición de lo que se había perdido, y luego llegaron olas de calor, y especies que no fueron capaces de sobrevivir, con lo que fracasó”.
Otra cosa es lo que se hizo para intentar recuperar la cooperativa del corcho del pueblo, arrasada por el incendio igual que la materia prima en los campos, ya que “la Junta cumplió su promesa de sacar el corcho quemado, y se comprometió a traer corcho de montes públicos de Cádiz y Sevilla a la cooperativa”, pero esa acción no tuvo continuidad.
“Sin el valor añadido de la producción no hacemos nada”, algo que no parece tener sentido si tenemos en cuenta que “Andalucía es una potencia en corcho y no hay industrias, y de lugares como la sierra de Huelva “el corcho viaja a Cataluña, Italia o Portugal”.
Llevar este corcho a la Cooperativa Corchera San José, constituida por los pequeños propietarios vecinos de Berrocal y única de su tipo en toda Andalucía, habría salvado la economía local, pero nunca se hizo.
Con ese paisaje, los 600.000 euros de facturación de la cooperativa se han reducido a 60.000, plato suficientemente desapacible para amarrar la población a un municipio donde no hay salidas económicas para una juventud que se ha terminado yendo a donde ha podido para encontrar trabajo.
Algunos, dice Juan Romero, han vuelto al pueblo, con iniciativas como activar granjas avícolas, pero no es suficiente para recuperar la vida de unas calles ahora desiertas que hasta 2014, al menos, mantenían estable la población de este lugar en el centro de la provincia onubense.